Pepe, Francisco

A N T Ó N   P R I E T O

Viajamos hoy al Mar del Plata. De ambos lados de ese enorme estuario proceden dos personas bien distintas. Cada uno a su manera comparten la austeridad franciscana. Bergoglio, que por razones laborales tuvo que trasladarse de Buenos Aires a Roma, eligió el nombre de Francisco para su nuevo destino como directivo de una enorme multinacional. Pepe, que fue presidente de una pequeña república, se siente feliz porque, pese a haber enterrado hace pocos días a su perro de 23 años bajo una enorme sequoya, tiene diez o doce nuevos patitos de los que cuida feliz en su jubilación campestre cerca de Montevideo. Los dos han sido entrevistados por Jordi Évole estos días en La Sexta.

Escuchamos a todo un Papa de Roma quejarse de la hipócrita inconsciencia de la sociedad, algo bastante común en los dirigentes católicos, que suelen quedarse en ese tipo de manifiestos generalistas a los que cada uno puede darle el valor que desee. También dijo que los empresarios puede que algo vayan a perder, pero que tenemos que ponernos de parte de los empleados, de los amenazados… esos seguro que van a perder, y eso es de lo que nos tenemos que ocupar.

Hubo una pregunta clave del mago Évole. ¿Es usted optimista? “No me gusta la palabra optimista, me parece un maquillaje. Me gusta más la palabra esperanza. Tengo esperanza en la humanidad, en los hombres y las mujeres, en los pueblos. Tengo fe en que de esta vamos a salir mejores”. Algo pasa, que no añadió “con la ayuda de Dios”… claro que eso es consustancial a su verbo, a su indumentaria, a su iconografía llena de centenarios símbolos divinos. Pero no habló de Dios hasta que el regate del periodista medio le obligó: ¿Tiene, ha tenido, crisis de fé? “Ahora no tengo, pero sí tuve, claro que dudé”. “Yo rezo por vos —se despidió Francisco—, y vos seguid enviando buena onda”. Un Papa extraño que reza como por inercia, pero que tiene esperanza en la humanidad.

La entrevista con Pepe Múgica fue más contundente, más lapidaria. En un escenario de galpón, espartano, representa el padre, el abuelo, la experimentada luz que todos necesitamos en este planeta miserable. “Estamos siendo impotentes para que la política sujete al mercado… el dios mercado es la religión fanática de esta época. Él lo gobierna todo, pero tenemos que luchar por que el mercado tenga una sujeción al interés humano y global de la especie. El virus está demostrando que somos capaces de tomar medidas heróicas: podemos hacer cosas; no se trata de eliminar el mercado, pero sí sujetarlo a ciertos parámetros”. Y aun más: “¡Cómo no voy a tener perro, si cada vez conozco mejor a los humanos!”, sentenció poco después de reconocer que un pesimista es un optimista informado.

Dos líderes espirituales, dos ancianos venerables. Uno más tibio y tradicional, tratando de conservar a su público menguante, símbolo de los restos de una época pasada. Otro más atrevido, más dialéctico, más valiente, un icono necesario para un futuro deseable. Ojalá todos los dirigentes del mundo, los más liberales y los menos liberales, los decadentes y los avanzados, fuesen a recargar sus pilas la esas dos enormes centrales térmicas, porque así, sí, todo esto podría ser distinto.

Notas australes

Ahí van tres preciosas recomendaciones. Busquen la fuerza generosa, la voz irreductible de un cantante enorme. Busquen a Rafael Amor, compromiso social y liberación: “No te entregues, corazón libre, no te entregues”, o la magnífica versión del “No me llames extranjero” de Alberto Cortez. De otro natural, pero también magnífico, Argentino Luna, canción popular argentina que, quizá apocada por la enorme influencia del tango, nunca disfrutó por aquí de mucha popularidad. Puede ser el momento de recuperarla. Y hablando de tango, démosle la vuelta a la palabra. Vayamos a París para conectarnos con —tango del revés— Gotan Project, una banda de tango electrónico que proponen una estupenda revisión contemporánea que me descubrió para siempre jamás un queridísimo compañero de trabajo, ávido lector del Diario.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 1 DE ABRIL DE 2020, DÉCIMO OCTAVO D͍A DE CONFINAMIENTO