ANTÓN PRIETO

Acobardados por las insistentes y machaconas medidas para reinsertarnos en la nueva normalidad, observamos cómo vamos a aflojar los rigores de nuestra inmovilidad. Dos metros, aceras anchas, gel hidroalcohólico, guantes y máscaras, mamparas, rotulaciones provisionales,  turnos inauditos… una desagradable liturgia de quirófanos se apodera de nuestras vidas ante la que además debemos poner cara de risa. Entreguémonos con cariño a las estrecheces de la distancia controlada, claro que sí, aceptemos con deportividad esas normas rotundas contra nosotros mismos y tomemos en serio lo que Simón y compañía nos recomiendan para vivir.

Si existe un itinerario cruel en estos días será el del abrazo. Ese espacio de tiempo en el que finaliza el viaje deseado, el encuentro casual, el protocolo asumido de tantas situaciones que nos resultan imprescindibles. Un abrazo es llegar a la cumbre de momentos que siempre desearemos vivir, por encima de todos los malestares, de todas las miserias que compartimos, de todas las experiencias que nos destrozan, de todas las tormentas. El abrazo político de Genovés en ese cuadro algo tramposo que dicen que representa la transición y que los madrileños clavaron ante el despacho laboralista de Atocha. El abrazo de “Matáronlle un fillo”, de Castelao, esa alegoría antifascista. O el de la paternidad de Ramón Conde al pie de la Torre de Hércules. O tantos y tantos que llenan las artes plásticas de significados sublimes. 

Malestar, ánimo, proteción, plenitud, erotismo, amistad, llanto, ceremonial, bondad, caridad, compasión, seguridad, generosidad, compromiso, amor. Es tan grande el universo de sensaciones que puede generar un simple abrazo, que prescindir tanto tiempo de su uso social va a ser realmente duro.

Tenemos el recurso a los abrazos íntimos y cotidianos, que por seguros y omnipresentes parecen tener menor importancia en el carrusel de las sensaciones necesarias. Deseamos los abrazos de los familiares y amigos que viven lejos, de los encuentros intermitentes, de los regresos deseados, de las llegadas la esos lugares que frecuentamos sólo una vez al año. Los abrazos húmedos de los amantes, los más medidos y defensivos del sexo efímero, de lo que mi querido Alf llama sexo industrial. 

Para él, “el abrazo supera al beso, a la caricia, a la penetración o a la felación como frontera invisible que separa los afectos, por lo que se convenirte en un anatema entre desconocidos”. Y tiene razón, los desconocidos pueden sudarse, sobarse, devorarse enteros, mantener todo el sexo que les prescriba el deseo, pero rara vez se funden en un abrazo del alma, desmecanizado, sin las grúas de la logística erótica. Si eso te ocurre en el primer polvo, seguro que te engancharás, o al menos elevarás esa compañía a tu altar de las nostalgias, al viaje de Hiperión a los Paraísos Perdidos que Charo López traducía desde Hölderlin en esa potente peli de Martín  Patino.

Queremos esos abrazos íntimos, soñados, esos abrazos que tu amor te describe cualquier mañana cuando te dice que necesita tu cuerpo para el sexo, pero sobre todo para el abrazo. Esos abrazos que tan bien huelen, que tanto ayudan y tanto satisfacen, que, volviendo a Alf, “nos retrotraen a la sensación de protección absoluta que es el útero materno, una necesidad vital mientras estemos en el planeta, un gesto necesario que nos convenirte en vulnerables” en maravillosamente vulnerables ante todo eso ante lo cual nos apetece cerrar los ojos para seguir viviendo. “Abrázame, anda”. ¿Cuántos amantes utilizarán el WhatsApp cada noche con esta frase todavía por algunhas semanas más?

Almodóvar

“Los abrazos rotos” es uno de esos films que quizá algunos fans de Almodóvar sitúen en un lugar intermedio de su filmografía. De esas a las que la industria española del cine marginó en los Goya premiando sólo la música de Alberto Iglesias. Yo se la recomiendo encarecidamente, porque es una peli redonda sobre la intimidad del deseo que acaricia todos los palos del universo de ese genial director que tanto nos marcó la mirada.

ANTÓN PRIETO

Morir con las botas puestas es una expresión que le queda muy grande al personaje que hoy nos ocupa. Nadie, ni el más cruel humano, merece morir. Y vaya por delante un sentido respeto hacia la familia, los amigos, hacia el círculo íntimo de alguien que para quien no formamos parte de ese círculo, la mayoría de la población, no era una persona, si no un símbolo, un tipo capaz de representar algunas cosas importantes. Es lo malo de ser famoso. Tienes un espacio reservado para tu vida, pero otro que resulta una versión extensa de ti mismo que te juzga y te trata como a un logotipo.

Billy el Niño, nacido Juan Antonio González Pacheco fue un personaje clave en la transición. Por debajo del frus-frus del juancarlismo, durante los años 60 y 70 este hombre se destacó como el terror de Madrid. La gente que se movía en torno al partido comunista a la fundación del sindicato Comisiones Obreras, a los movimientos alternativos a la reubicación del viejo franquismo en los puestos claves de la nueva democracia que fraguó en la Constitución del 78… toda esa gente digna del Madrid resistente, unida a los nuevos movimientos obreros y esudiantiles que emergían en el ocaso de la dictadura, tienen en este policía torturador y cruel un sinónimo del oprobio, el abuso y la prepotencia violenta de la dictadura y la transición contra todo aquel que osara salirse ni un renglón de las pautas establecidas por el régimen.

Recuerdo a mi viejo Pedro Lorenzo, uno de los héroes de mi vida. Hoy casi 80 años de mirada digna y acuosa, despedido de la Perkins, uno de los protagonistas del famoso Juicio 1.001. Vivió toda su juventud luchadora enganchado al psicoanálisis y a la incertidumbre de si agentes enviados por este inspector cabrón llamaban a su puerta o la tiraban de una patada. Vio caer a muchos de sus compañeros amordazados por la amenaza de este tipo que bajo el reloj de las campanadas de fin de año infringía daños atroces a sus víctimas para que hablasen, para que delatasen, en una lucha desigual dominada por el sadismo de un personaje abominable.

Así dio la noticia Diario de Pontevedra

Así dio la noticia Diario de Pontevedra

Este violento capador de sueños, este torturador que ayer murió en una cama de hospital tras cobrar las pensiones que le reportaban sus “méritos” policiales es uno de esos policías que manchan la memoria de tantos otros agentes y mandos decentes que hacen su trabajo sin necesidad de acudir a la miseria de sus costumbres facilonas e indignas, ejercidas desde lo alto de su cobarde sillón de servidor público.

El pasado 25 de abril alguien recordó que Portugal había salido de la dictadura por sus propios medios, algo que España no consiguió pese a habarlo intentado. Pero lo más grave es que, 45 años después de la muerte del dictador entre blancas sábanas de algodón, tampoco consiguió defender la dignidad de tantos agredidos por este matón que destrozó las vidas de tanta gente. Vergüenza colectiva de un país amedrentado por un virus que se traga a un señor cuya naturaleza no era mucho mejor que la del bicho invisible.

Canciones de la República

Aprendí algunos acordes de La Internacional de la mano de mi abuela en los años 60, una peculiar versión que decía “agrupé agrupémonos todos, en la lu, en la lucha finaaaal…” Busquen canciones de esa época y se llenarán de himnos vigorosos, canciones de guerra y de amor, mezcladas con poemas de Lorca y por supuesto con el enorme poema Os Pinos que, poco después de recuperada la autonomía se convertiría en nuestro himno nacional. También me lo cantaba mi querida abuela, que debía ser muy roja y valiente para mantener en su memoria durante todo el franquismo la flor y la dignidad que nunca quiso perder. Youtube os lo pone fácil, en recuerdo de todas esas alimañas que nos amargaron la vida.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 8 DE MAYO DE 2020, DURANTE EL CONFINAMIENTO

ANTÓN PRIETO

Competición de altura. Debate de espadas en lo más alto de la pandemia. La inaudita prepotencia de Pablo Motos opinando sobre el aspecto físico de Fernando Simón: “Parece que llega de dormir en una furgo”, dijo sobre el desaliño del portavoz del comité técnico gubernamental ante la crisis. Una diatriba que va mucho más allá del chabacano comentario de un aspirante a tronista MHYV. Ese tipo compuesto de carne de gym a la desesperada aumentó el valor, el sex-apeal —uff, que palabra más antigua: el morbo, la follabilidad, la magia seductora— del líder espiritual de la lucha contra el corona.

Recordando una canción de Javier Krahe de la que os hablaré más abajo, ayer hice una encuesta urgente entre mis 80 mejores amigas, con un notable éxito en las redes. La pregunta no era blanca, que para eso ya está el CIS. Era una pregunta militante, celebrante y candorosa: “Por qué es más sexy Simón que Motos?”. En dos horas, docenas de respuestas.

“En Simón hay poso… se notan las tardes de libros y amaneceres conscientes, y Motos refleja las caídas de San Pablo del chico vulgar y común, de noches inconscientes, de ocios fútiles, tan de los 80 y 90; sé que mi opinión puede sonar clasista, pero culturalmente lo soy y no me avergüenzo”, dice el gran Alf.

“Motos parece lo que sobrevive de una de esas miserias de la genética, esa posguerra tan dura…Simón es persuasivo, agradable, riguroso, y tiene un natural seductor, incluso en unas edades en las que se va perdiendo; además su mujer es de Bergondo y pasa los veranos allá, habla maravillas de Galicia”, me dice HA. AC cuenta: “ni la piel, ni el color del pelo, ni que se imponga al entrevistado. Simón explica y ofrece sinceridad”. AR dice que es una cuestión energética: “Pablo tiene mala vibra”.

MF dice que le mola lo desaliñado que va, en contraste con otros. YB me cuenta que Pablo es el antivicio y Fernando achuchable. A LC le parece que tiene el cerebro muy atractivo. IP, que Simón asume que no es agraciado físicamente con seguridad, frente a los complejos de Motos. Y DA: “Para motos sexy, las Harley, y Simón es una isla preciosa”. Ole!

Lamentablemente no caben todas las respuestas. Pero aquí van algunas: Sexy Simón por lo que calla. Todos necesitamos un mínimo de inteligencia. Es y no presume. Parece normal. Motos va “jripao”. Mucha grima los vigoréxicos. Por la voz afónica. Motos da asco. Por currículum. Porque tiene poder. Soy fan de Simón, lo tengo de amigo. Los rizos desgarbados ayudan. Tierno y despistado. Cualquier humano supera a Motos. Sabe de lo que habla. Carrera demostrable. La inteligencia es de las cosas más sexys de un hombre. Humilde, despistado. Motos parece de Látex. Simón se parece a Antoine Griezmann. Inteligente y humano. Sensible. Las zanahorias, para los conejos. Fernando ayuda a países a los que Motos no iría ni de vacaciones. Te acaricia al mirarte. Simón “puede recetarte algo, que ya tengo una edad”. Fernando es un bohemio: “Si hay que ir, se va; Pablo sólo para fiesta, y si acaso, te presta la chaqueta, pero poco más… yo ni para fiesta”, le replican.

Alguna indiferencia o contra nuestro ídolo: “Simón, ese adefesio?” (lógico, rojigualda en el perfil)… “Sexy ninguno, Pablo es más agraciado, pero sexy sólo mi JB”, dice SU. SB va directo: “si los encuentro a ambos de cruising en un bosque, me enrollo con un árbol”. Y MC, que coincide en lo del peinado: “Parece que metió el dedo en un enchufe”, pero rescata algo: “Si cierras los ojos y te susurra con esa voz rasgada… mmm”.

Las banalidades forman parte de nosotros. De todo lo que nos transmiten las personas con las que nos cruzamos, sean catódicas, virtuales o reales. De cómo un comentario estúpido da lugar a un mundo de opiniones que nos ayudan a retratar la realidad.

Como hizo Krahe cuando detectó “Un burdo rumor”, título del temazo en el que describe una encuesta para conocer si el tamaño de su pene era óptimo, o tenían razón las que murmuraban “que la tengo muy pequeña”. Pues lo mismo… Simón gana por goleada hasta en follabilidad en relación a la zanahoria catódica. Supongo que en vista del éxito, el doctor será entrevistado en el Hormiguero en cualquier momento, porque como dice JS, “Nunca me ha caído bien Pablo Motos”.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 4 DE ABRIL DE 2020, D͍A DE CONFINAMIENTO

ANTÓN PRIETO

Una foto del maestro Cervera, publicada ayer en las primeras páginas interiores del Diario, diagnostica fielmente la situación. Mami con criatura por la Ferraría. Rider con algo a espaldas y en bici. Cartel de espectáculos con la sobreimpresión “Suspendidos”. Cola en el Acuña para proveerse de pan fresco, dulces o empanadas. Pero hay dos detalles que elevan la foto a las alturas: la cartelera encabezada por la palabra “Invierno” y la fantástica conspiración de la naturaleza entre las piedras del suelo. Hierbas que liberadas de cualquier presión, luchan por entregarse a la claridad de una ciudad entreistecida pero esperanzada.

De entre todas las estaciones, el invierno es la que mejor puede definir esta brutal primavera. Si el tiempo fuese una línea única y no sólo un ritual de recaídas y renacimientos, el invierno sería la última fase del recorrido. El ocaso de todo. Sería la estación de la recogida, de la intimidad, de la conexión con nosotros mismos, de los balances sobre lo que ha sido el camino hacia la muerte. No creo que debamos ser derrotistas, pero por mucho que nos opongamos, ahí están los caídos.

Ahí están las víctimas, con sus pulmones invadidos, con sus respiradores artificiales, con sus Ucis, con las cariñosas manos y la enorme sabiduría de quien intentó darlo todo por sacarlos adelante. Ahí están esos pensamientos de lo que puede ser el último tramo, el último de lo último, tirando del aliento, confuso, entre la fiebre que anuncia el peor día de tu vida y la rabia por ser uno de los elegidos, imaginando la felicidad de quien todavía puede soñar con pasear por la orilla del Lérez, con lo que a ti te gusta esa senda que circula por el estómago de los robles.

Pero no. Estás ahí, cerca del día que va a quedar grabado en el mármol de tu tumba o en la memoria de tu gente. En un momento del mundo en el que además sabes que ni siquiera tus allegados podrán ir a tu entierro, sólo tu hijo y tu nieta, si acaso. Piensas en cómo sería capaz ese bicho invisible de invadir las sábanas blancas que con tanto cariño bordaste hace años. Compartiste contigo mismo esos días de un invierno de abril. Esa tensión sobre se voy a llegar o no a salir de este hospital a pie, si volveré a abrazar a mis amores.

Esto es invierno, los días en que se libran las batallas contra la cruel amenaza de este bicho cabrón. Si no tienes la suerte de superarlo, participaremos en todos los homenajes que os hagamos, os recordaremos siempre como esa parte riquiña del país que se esfumó en un invierno prolongado. Ojalá la palabra “suspendido” sobreimpresa en el cartel de los espectáculos cobrase el mismo sentido metafórico, y fuese capaz de acabar con este frío sanguinario.

Pero ahí están las hierbas del suelo. Ahí está la primavera. Será triste por los que ya no están, claro que sí. Todos vamos a no estar algún día. Pero todos vamos a tener alguien que nos suceda, como nosotros hemos sucedido a nuestros padres, a nuestros maestros, a nuestros amores mayores, a nuestros ídolos. Alguien que, como esas hojas de hierba que surgen liberadas de las pisadas de los paseantes, continúe viviendo dentro de los corazones que hemos querido, dentro de esos lugares en los que continúa el olor de nuestro cuerpo. Esa fuerza capaz de impulsar nuestra alegría apoyada en la herencia de quien amamos.

Soy la primavera, el reinicio de todas las cosas, la certeza de que la vida nunca se para, la soberbia lección que la naturaleza nos enseña. Cuidadme. Vivid conforme a mi sabiduría infinita. No me piséis. Soy lo único que puede ayudaros a continuar el camino.

After life

Ubicados en esta trascendencia gracias a la fotografía de Javi CM, tenemos que recomendar una serie brutal. Corta, dos temporadas, con breves capítulos minimalistas de pura emoción. Son felices. Viven una vida tranquila en una provincia británica. Ella muere joven y él se queda solo. Sin hijos. De mil formas se contó el amor. Esta es una de las más hermosas. Montón de matices, de humor, de silencios, de esperanza. Ricky Gervais, un enfant terrible de Holywood, un tipo con fama de burlarse de los famosos, es el creador, director y actor principal de una serie con la que quiere hablar de un tema tabú: la muerte antes de tiempo. Si tienen ocasión, no se la pierdan.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 1 DE MAYO DE 2020, DURANTE EL CONFINAMIENTO

ANTÓN PRIETO

Resulta que por fin caminamos hacia una nueva normalidad. Bien. Mola el reto. Sondeemos. Lo de saludarse con el codo parece algo banal. Nos acostumbraremos con la mejor de nuestras sonrisas, con el más puro de nuestros sarcasmos, con más gloria que pena, como nos hemos acostumbrado a leer en el móvil, a no hacer la cama o a lavarnos el culete tras cada deposición, hábito quizá no muy extendido, ya que lo más cool fue prescindir de bidé durante estos últimos años de interiorismo… pues se siente.

Ah que a usted no le importa eso de lavarse el culo, o se lo lava con la ducha haciendo malabares. Paso atrás en la higiene anal, de gigante… ¿Quién es capaz de ir todavía por la calle con el testimonio de su boñiga únicamente superada por un poco de tisú? Se da el caso que convivimos con gente que baja al mercado con su consolador dentro del ojete, que ya los fabrican específicamente para eso, lo cual facilita su compra de una forma sustancial.

Superando esa sublime costumbre de placer mañanero, sigamos viajando por el paraíso de la normalidad. Su alegría, por ejemplo. Esa que manifiesta cuando hace daño. Ejerciendo la venganza, haciendo circular todas las mentiras que esconde tras su rostro delicado y dulce. O compartiendo uno de esos videos en los que se ve a su vecina ligando con el jardinero, o al cura saliendo del prostíbulo.

La normalidad de escuchar el grito de un orgasmo estratosférico. Y qué decir de esa normalidad de la carcajada fácil ante gente desgraciada que se cae o de gatitos que no alcanzan aquel mueble. Risas cacofónicas, estériles, que abandonaremos en los confines de la vieja normalidad. O el Mediterráneo, esa normalidad que separa dos mundos con tantos miles de cadáveres de gente joven y pobre bajo las dulces fotos de sus olas. O Ikea, la normalidad impronunciable de los muebles a cachitos, manejables, tramposos, construídos para nosotros en cualquier lugar del mundo mientras cerramos las fábricas de por aquí.

O las fronteras. Lo normal. Las fronteras normales, las españolas. Los tercos, aldeanos, burros y estrechos nacionalistas sois vosotros, no nosotros que somos viajados, cosmopolitas y amamos el mundo, pero sólo el que va entre Gibraltar y Pirineos, entre la Sierra de Gata y el Cabo de la Nao. O eso tan normal de mirar con rintintín a negros, abortistas, gitanos, maricones, chinos, drogatas o moros para relacionarnos de tú a tú con las leyendas más oscuras de nuestra intrahistoria. O lo normal que nos resulta que Assange esté preso o Saviano confinado.

La normalidad de comprar estupideces por los cumpleaños, de celebrar el amor con ositos de peluche o camisetas ingeniosas y asiáticas. La de vigilar a nuestros hijos como si fuésemos policías, controlando su expresión y su bullicio, impidiéndoles su desarrollo, apartándoles de sus riesgos, convirtiéndoles en vulgares marionetas. Lo normal. La cara que se le queda al ver a su vecino travestido, o a otro tragándose un buen rabo apoyado en un árbol al pie del Lérez. A la mierda con su antigua normalidad.

Me apunto, Presidente. Ayúdenos a resistir al bicho inventando una nueva, que nos sirva para convivir, que nos ayude a crecer como seres libres viendo a los demás como seres libres, amables y comprendiendo que raras somos todas, como dice una admirada lesbiana de A Illa. Y no se me ciña al metro y medio, que necesitamos más mundo, más amor y menos telarañas para ser absolutamente normales.

El arte de la Guerra

Si existe algún libro militar importante en el mundo, es este. Escrito en el siglo V adC por Sun Zi, recoge tácticas y estrategias militares bien antiguas. Segundo dijo su compatriota Mao Yuanyi en el siglo XVII “Quien antecedió a Sun Zi no puede compararse con él, y quien sucedió a Sun Zi tampoco puede compararse con él”. Hay una preciosa edición de Teófilo Ediciones en galego de este pequeño libro que muchos consideran “el núcleo de la sabiduría de la guerra”. Ojalá esté cerca el momento de considerarlo un libro de arqueología.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 30 DE ABRIL DE 2020, D͍A DE CONFINAMIENTO

ANTÓN PRIETO

Un tiempo en el que surgen disputas dialécticas improvisadas como por sorpresa, sin pensarlo, en cuando abres cualquier puerta de la casa, batallas inauditas, de las que nunca se esperarían, como esos sustos que te dan en el cumpleaños ante los que tenemos que poner carita de oveja. Claro. Si es mi cumpleaños. Vosotros sois seres maravillosos. Estamos juntos. Contamos con nosotros. Como fiesta, estupenda. Como sorpresa, para nada.

La guerra de hoy no es la de los generales que flanqueaban al doctor Simón, ese ángel desaliñado que tanto amamos, ni de las que se monta la Brilat contra el bicho, esté donde quiera que esté el virus cabrón. Ni la guerra cruel que se libra en las Ucis con médicos y enfermeros persiguiendo la vida con toda su fuerza y capacidad. Ni la guerra semántica siempre en la boca del Presidente, magnificando su puesto de mando. Ni siquiera esa guerra de cifras casi en código abierto que de momento nos abochorna ante el mundo. Ni la guerra política en la que saltó por los aires el concepto descentralizado del reino.

Y tampoco es la guerra de Cannon contra Nikon, los dos gigantes, las dos filosofías de la fotografía popular de hoy. Es una guerra de teleobjetivos. La que estas enormes lentes establecen con el concepto de honestidad, de verdad, de armonía entre la realidad y su representación mediática. Antes del confinamiento, usted ve Michelena a las 8 de la tarde llena de gente. Usted está mirando sin intermediación ninguna. Solo con sus ojos.

Si hace una foto con un objetivo sin más, de los comunes, de los que casi no distorsionan, verá casi la misma gente, o incluso algo menos, porque la lente va a acortarle un poco el espacio, y al congelar la imagen verá mejor lo que tiene más cerca. Si en cambio hace su foto con un objetivo de los llamados “gran angular” la foto aparecerá con poca gente, ya que el espacio que usted tiene delante se agranda creando una sensación de amplitud que minimiza, en este caso, a los peatones. Si en cambio utiliza un teleobjetivo, conseguirá una imagen en la que desde el Concello casi puede tocar la Peregrina con la mano, con toda la gente de la calle apelotonada en su retina, transmitiendo una sensación de multitud.

Eso fue lo que pasó con la salida de las criaturas el domingo. Si miramos desde arriba, todas esas fotos de multitudes infantiles jugando en los parques, las distancias seguro que eran adecuadas y responsables. Si yo salgo de mi portal para la derecha, tengo una cola de la farmacia y otra del Froiz. Con frecuencia hay 5 o 6 personas en la farmacia y 10 o 12 en el Froiz. Si los miro sin moverme del portal, veo abundancia. Si camino, veo la esas mismas personas, una por una, guardando fielmente la distancia sanitaria. Tristes, pero higiénicas.

En 1994 La Fura dels Baus estrenaba en Lisboa su espectáculo MTM. No había escenario. Sólo cámaras de video, enormes pantallas y paredes móviles. El espectador corría entre los actores, entre la peculiar violencia provocadora de la compañía. Dos espacios cerrados. Desde el lugar que te tocaba estar, sólo percibías del otro espacio las imágenes que te mostraban. Lograban una enorme eficacia en la transmisión de lo terrible que era la otra parte del mundo, la que tú no eras capaz de ver. Eso es la manipulación informativa, campo en el que la imagen fotográfica y videográfica es sumamente eficaz. La guerra de los teleobjetivos, con la que el ABC entró en liza desde su portada con una imagen en la que sugería que los vascos de Donostia, una de las ciudades más cultas y cívicas, se tomaban de coña la distancia social. Todo para alimentar esa caterva de perros hambrientos de casquería que se pelean en el twitter.

Shakespeare

Y ya que hablamos de la Fura, ayer mismo transmitía en directo una performance sobre Macbeth, titulada “La maldición de la Corona”, de WSh. Si les gusta el teatro, pueden ver esta representación tan singular, realizada desde el domicilio de los actores, pero con el sello de una de las apuestas creativas más intensas de nuestro tiempo. Una sesión que tienen en el canal de la Fundación Épica de La Fura dels Baus y de la que pueden disfrutar desde las pantallas de su ordenador.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 29 DE ABRIL DE 2020, D͍A DE CONFINAMIENTO

ANTÓN PRIETO

“Hola! Soy Susana Distancia. Tengo un Súper Poder que me ayuda a frenar el Covid19.    Cuando extiendo mis brazos puedo crear un  espacio de metro y medio que me mantiene lejos  del malvado coronavirus. Esa es la sana distancia. ¿Sabes?, tú  también lo tienes. Pero ojo,  aunque tenemos que estar separados, unidos y solidarios saldremos adelante”  Es uno de los  guiones de la campaña publicitaria del Gobierno de México, que en tiempo récord creó  una superheroína que les está ayudando a difundir el mensaje sanitario.

Mientras las teles españolas están llenas de melifluos anuncios motivacionistas llenos de intimismo barato, son muchos os que recuerdan la respuesta publicitaria española a otra  epidemia, la da VIH, que al principio se llamaba simplemente Sida. El famoso anuncio “Si-da  No-da”  fue en su momento muy impactante, un hallazgo de la creatividad publicitaria que dio una dimensión importante a una  campaña estratégicamente abocada  al fracaso, pues  al poner su foco únicamente en dos grupos de personas —gays y consumidores de drogas—, relajó al  conjunto da sociedad y contribuyó a estigmatizar a estos segmentos de la población, con resultados poco apetecibles. Tras 40 años de lucha se contaban 76,1 millones de personas  afectadas por VIH en todo o mundo y 35 millones muertas.

La producción cultural española en general es modesta. La cultura no da ascendido a la primera división del relato público, como tampoco la ciencia, la universidad o la industria. Ojalá algún día  se pudiese hacer un barrido objetivo de porqués, cuando superemos este pavoroso momento de cifras necrológicas. Porqués básicos y sin acritudes, sobre la solvencia científico-técnica, la obsesión centralizadora, la desconfianza política, el sistema sanitario, la desertización industrial, la influencia real da globalización en nuestras vidas. Porqués sobre el consumismo, la conversión en lucrativos negocios de servicios públicos básicos, la utilidad de las políticas rutinarias que no cuestionan la avaricia o los beneficios empresariales como fundamentos de la economía.

Pero disgresiones a parte, un gobierno tan generoso en transparencia informativa, se limitó a un inexplicable comportamiento publicitario desde el primer instante.  Generó una frase súper conmovedora, hasta romántica y épica: “Este virus lo paramos unidos”. Un tesoro arrebatador de la verbalidad, con hijas dignas de los Óscars de la publicidad: “Lo paramos si no te confías”; “Lo paramos si te mentalizas de que  esto no va a ser fácil”;  “Lo paramos cada vez que lavas las  manos” etc. A parte de defectos como utilizar el amarillo corporativo sobre blanco, la notoriedad  da campaña resulta  escasísima,  pues  sus  mensajes los transmite con muchísima más eficacia el doctor Simón que los mecanismos publictarios que pusieron en marcha.

Y aunque López Obrador tuvo de inicio una controvertida relación con la pandemia, su  departamento de salud pública supo dar la dimensión mediática precisa y correcta con el  personaje de Susana Distancia, denostado por el primer mundo biempensante, pero recién adoptado por Disney para no sé qué producciones. Un dato que por cierto, también podemos relacionar con el iluminado que en algún momento de la historia reciente decidió que Xabarín no era un buen instrumento para ayudar a consolidar el idioma galego, prescindiendo de un de los grandes aliados de nuestra escasa esperanza de vida lingüística. Aprendan, soberbios. Viva México, cabrones!

Paquita, la del Barrio

Y hablando  de México, permítanme recomendarles una de mis divas de cabecera. Ella, la única, a  arrebatadora, el simpar azote de la cultura machista mexicana. Un simple paseo por los títulos  de algunos discos: “Las mujeres mandan”,  No me amenaces”, “Me estás oyendo, inútil?”, “Duro y contra ellos”, “Bórrate”. Una voz vigorosa, una desenfadada soberbia, una conmovedora relación con el sufrimento, un  lenguaje sin medias tintas: “Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho, infrahumano, espectro del infierno, maldita sabandija, cuanto  daño me has hecho”. Unos párrafos como ejemplo de su mítica “Rata de dos patas”. No se la  pierdan. Escúchenla mucho, que buena falta nos hace.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 27 DE ABRIL DE 2020, D͍A DE CONFINAMIENTO

ANTÓN PRIETO

Hay partes sustanciales de la vida de las personas de las que no habla casi nadie. El confinamiento llega a todas las partes del cuerpo y a casi todas las del mundo, y nuestros relatos, el esquema de razonamiento de nuestra relación con el virus y esta extraña situación paralizante, nunca incluyen una dimensión latente en muchos cuerpos, en muchos corazones, en muchos aparatos genitales. Los amores separados por la distancia.

Sé de alguien que se arriesga cada noche que libra de su trabajo —que es esencial— para acudir al calor de su amado, a unas cuantas calles de su casa. Es un amor casi adolescente, veinteañero y fastuoso, como todos a esa edad. Me explicaron cómo hacen. Quedan en Carrefour y circulan por no sé qué veredas burlando la presencia policial. No se sienten delincuentes, no se sienten irresponsables, son gente de bien, con sus trabajos y sus cabezas sobre los hombros. Es el deseo lo que les mueve a aventurarse por los caminos de Salcedo en busca del calor y la pasión irrefrenable.

La cuarentena es doblemente cruel con el deseo de los distantes. Las distintas revoluciones/evoluciones/conexiones de las últimas décadas crearon nuevas dimensiones para la felicidad de las personas. La familia convencional sin licencias sexuales de sus miembros está en franco retroceso. Muchas parejas se deshacen al entender que deben explorar nuevos horizontes. Otras se mantienen con sus componentes cruzando ciertas fronteras que consideran peligrosas, pero a lo que se arriesgan tras razonar que los besos que no das hoy, nunca se recuperan, y la vida es corta y todo ese tinglado existencial. Muchas personas permanecen orgullosamente solas, adoptando una vida plena y apetecida. Otras incluso mantienen relaciones familiares muy complejas, a varias bandas, lo que por muy minoritario que resulte, también existe y además es admirable, porque conlleva una dosis de valentía que las convierte en especiales.

Todos sabemos que hay amores que en distintas relaciones —secretas, explícitas, frecuentes, esporádicas, combinadas, complejas o simplemente proyectadas— a dos o tres cuadras de tu casa, en tu propia ciudad o en la de al lado, pero también a 20, 80 o cientos de quilómetros de distancia. Amores que poblaban moteles o remotos espacios naturales donde explotaban de felicidad. Amores que aprovechaban cualquier excusa para descubrir ciudades o follar en lugares insólitos, construyendo inolvidables aventuras, para regresar después a la más o menos gris realidad de sus vidas.

Amores con cadencia semanal, mensual, bimestral, anual. Amores que cuando se juntaban consumían todo el tiempo que tenían en mascar insistentes el sexo hasta la extenuación, porque cada minuto mide mucho menos de sesenta segundos cuando el cerebro registra sensaciones tan excitantes, tan absolutas, tan deseables. Amores que no saltan a las ruedas de prensa de Moncloa porque a esa gente sólo les preocupan las curvas necrológicas, la saturación de las UCIs, la calidad de las mascarillas. Y satisfacer a los lobbys de la infancia, a los de las residencias de ancianos, a los que venden automóviles o a los carrilbicistas, todos muy alejados de las secretas pasiones de la gente de bien.

Solidaricémonos con la depresión de los amantes, con la frustración de los deseados, con quienes rezan por un puesto de privilegio en la desescalada asimétrica de los viajes, por quienes estarían dispuestos, como dice la leyenda, a caminar sobre las aguas del mar de Galilea sólo para acercarse a esos labios húmedos con los que sueña cada instante.

Bovary

Un buen momento para leer o releer esta magnífica novela de Flauvert, que además de contener un retrato estupendo de la Francia decimonónica, esconde la intimidad de una mujer que desafiando las escalas de su tiempo, decide alimentar su cuerpo con estimulantes vitaminas desarrolladas a partir de unas cuantas miradas furtivas. Sin duda, la literatura estará plagada de ejemplos, pero Madame Bobary es una precursora maravillosa de cómo aprovechar con alegría la hipocresía de su tiempo. Aunque algo avanzamos. Lo suyo acaba en tragedia. Lo nuestro continuará después de la pandemia.

ANTÓN PRIETO

¿Estamos ya preparados para ver al llamado “estamento militar” como parte de nuestra sociedad? ¿Está ese “estamento” haciendo todo lo que puede para sentirse plenamente integrado como parte activa y útil de nuestra vida pública? En plena pandemia, con los militares desinfectando las esquinas de un país que aún los mira con recelo, es buen momento para preguntarse estas cosas de manera amistosa y amable.

Medir la empatía mutua entre la sociedad y la milicia es un reto imposible, sobre todo porque el Ejército todavía en buena medida parece una institución opaca, poco acostumbrada divulgar aspectos cotidianos de su vida interna. Los contactos entre las personas comunes y la actividad militar no son habituales, al contrario de lo que sucede con la educación, la sanidad, la administración general o incluso la Policía o los Bomberos —las áreas de seguridad inmediata—, territorios de la cosa pública con las que todas y todos mantenemos relaciones frecuentes.

A eso hay que añadir aspectos de la historia reciente, en la que el Ejército estaba tan vinculado a la dictadura, detalle que no ayuda precisamente a tender puentes de armonía. Además, la iconografía, el protocolo y las liturgias militares son profundamente tradicionalistas, algo que los aparta de nuestras vidas y los mantiene estancados en los cánones de viejas estéticas poco favorecedoras. Y por se fuera poco, sorprende ver el poco interés militar en adecuar sus comportamientos simbólicos a una realidad cultural diversa como la que subyace bajo las urdimbres del estado del que forman parte.

Si hay un departamento de la Administración Pública que necesita resituarse en la sociedad actual, este es el militar. Las guerras, como estamos viendo, ya son de otro modo. Y quien más quien menos aspira la que nuestros militares no sean utilizados para defender procesos de aniquilamento de en otros lugares del mundo a donde los envían a defender empresas petroleras o situaciones de difícil explicación, pero de eso no hay que pedir explicación a los militares, sino a los Gobiernos que los dirigen.

Parece llegado el momento de darle una vuelta a los famosos cañones o mantequilla, tras preguntarnos qué nos conviene hoy día para conseguir una vida mejor para todas y todos. ¿Necesitamos realmente un ejército hiperdotado de armamento y recursos? ¿O sería mejor reinvertir parte de esos esfuerzos materiales y humanos en otro tipo de bienes más relacionados con la felicidad de las personas? Estamos suponiendo, por supuesto, que la mayoría de nosotros no nos sentimos amenazados por ningún enemigo externo. En términos de enemistades los actores cambiaron bastante con la globalización y la evolución económica, y los enemigos de la mayoría de las personas puede que no sean ni árabes revanchistas ni chinos comunistas, sino listos especuladores, mercaderes piratas, lobbys y brokers desalmados, todos con la colaboración de políticos liberales que dejan ir el mundo como va, sin corregir sus desequilibrios y confiándolo todo al libre mercado.

¿Veremos alguna vez un ejército con formas contemporáneas, preocupado realmente por la felicidad de la gente y alejado de tantos ecos del pasado? Parece que algo de eso quiere decir el Gobierno cuando asciende a los militares a la sala de prensa de la Moncloa: resituarlos, darles un nuevo enfoque, como el esfuerzo de la UME por colaborar en situaciones delicadas. Buen intento, pero ¿cómo era eso de las hojas y el nabo? Necesitamos un ejército distinto, o un simple acomodo táctico, como fue lo del Senado, hoy convertido en cementerio de elefantes?

Arte de todo el mundo

La globalización también aporta cosas buenas. Si no la tienen, se me bajan sin pensarlo demasiado la herramienta de Google Arts& Culture, donde pueden pasearse por cientos de museos del mundo a través de su móvil u ordenador. Ampliarán su cutlura plástica, y aprenderán a valorar más y mejor las riquezas que nos rodean, ya que en esta ciudad contamos con un maravilloso museo lleno de datos sobre nosotros mismos, de creaciones pasadas, de tesoros que nos han sido legados y nos hacen muy felices. Esperemos que algún día ese mostrador estupendo de Google incorpore también algunas piezas de nuestro gran museo.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 25 DE ABRIL DE 2020, DURANTE EL CONFINAMIENTO

ANTÓN PRIETO

Sara recibe sus apuntes en papel en casa, porque no está conectada la internet. El señor Andrés tiene problemas de movilidad, vive solo desde que falleció su mujer, hace ya 10 años; Arturo le hace las compras cuando lo necesita, incluso las de la farmacia. Amanda va cada dos días a recoger fruta a la nave de Moncho, en O Vao, para entregarla en el Comedor de San Francisco, algo que también hacen en el obrador de A Devesa, en O Campiño.

En todos estos microporcesos generadores de subsistencia, de vida, tienen algo que ver alguna de las personas voluntarias vinculadas a la agrupación pontevedresa de Protección Civil,  quizá las personas más sigilosas, quizá la labor más desconocida, quizá la voluntad más desprendida y entregada de todas cuantas se encargan estos días de que nuestra vida en común sea más llevadera.

Hurra por las sanitarias porque están en primera línea. Hurra por las camioneras, por las polis, por las bomberas, por quien limpia las calles, plazas, parques y jardines, por las que recogen la basura, por las panaderas, por las taxistas, por las limpiadoras, por las personas que contribuyen a alimentarnos desde supermercados y tiendas, por las que atienden gasolineras, las gestoras y asesoras económicas y jurídicas, menudo cristo están atravesando con esta situación incierta. Hurra y tres Rianxeiras en su honor por todas estas gentes y otras muchas que seguro quedaron fuera de la lista.

Pero todas ellas reciben una nómina por su trabajo. Y también hurra, claro está, por quien no tiene trabajo y lo va llevando, agobiada por la incertidumbre y la ansiedad por no conseguirlo. Pero es de justicia pararnos en las personas que le echan horas y esfuerzo en Prote, en Protección Civil. Desde su sede operativa de Pasarón cubren las goteras de la ciudad con un silencio sepulcral, y muchas veces sin el agradecimiento que merecen. Pero ellas felices igual, porque no esperan nada. Se levantan cada día para dar, no para recibir.

Sustituyeron a las personas más mayores que cocinan y organizan el día en el Comedor de San Francisco, auténtico foco de la iglesia activa y generosa de la ciudad. Hacen el reparto entre esta cocina y los albergues de las sin techo en Reina de la Paz y el Multiúsos de A Xunqueira. Los domingos, hacen lo mismo en Cáritas. Distribuyen los almuerzos que el Ayuntamiento contrata para niñas y niños en situaciones delicadas, que antes almorzaban en los comedores escolares —alimentos de calidad que preparan en Estrivela, no pizzas como en Madrid. Distribuyen apuntes impresos de vez en cuando para niñas y niños gitanos bajo encargo del Secretariado Xitano. Ayudan en los repartos de lotes de alimento que organizan en San Bartolomé. Y atienden todas las demandas que les derivaron de los servicios de Benestar Social del Concello para hacerles la compra a personas que lo necesitan, bien porque no pueden moverse, bien porque son grupos de riesgo elevado.

Esta es la situación, amigas y amigos. Protección Civil es una agrupación pública, oficial, creada por el Estado y vinculada a los municipios, que la suministran de material y estructura de trabajo. Ellos no hacen caridad, no quieren ganar ningún cielo eterno. Hacen justicia, ayudan.  Cubren ese papel que hoy la sociedad abandonó porque es difícil de traducir en dinero, en rentabilidad, en ambición. Ese cemento social que en las sociedades rurales cubrían los vecindarios y que hoy desapareció. Por eso, contar con Prote es contar con seres humanos que merecen más que nadie llamarse personas.

Persecución

Y ya que hablamos de esa singular patria errante de los gitanos, les propongo un recorrido musical por la desgraciada marginación que sufrieron en la España moderna, desde los Reyes Católicos. Busquen “Persecución”, de Lebrijano, un épico viaje por el martirio de aquel pueblo que hoy vive entre nosotros. Un disco de 1976 creado para sacudir conciencias, adelantado a su tiempo, testigo de una epopeya grandiosa de sacrificios e incomprensión. Rotundo y brutal.  Disfrútenlo.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 24 DE ABRIL DE 2020, TRIGÉSIMO TERCER D͍A DE CONFINAMIENTO