Simón forever
A N T Ó N P R I E T O
La gripe del doctor Simón debe ser la fiebre más sentida por millones de personas. De entrada quien más debe sentirla es el gobierno, que trata de mantener firme a nave en medio de la más dura de las tempestades, de la tormenta perfecta.
Simón encarnó desde el inicio la voz de los datos de la pandemia. Estuvo al frente de la tercera línea del ataque informativo de Moncloa, por detrás del presidente y los ministros, que ocuparon las dos primeras. Pero al contrario de los discursos emocionales del Presidente y los de corte más racional de algunos ministros, el médico adoptó desde el primer día el papel de la objetividad, la ciencia y el rigor, una pata fundamental en el ecosistema hispano de cohesión y defensa común ante la infección.
Puede que en algún momento le viésemos superado por los acontecimientos, pero aún en los más críticos comprobamos como la paciencia, la mesura y el manejo de las situaciones aportaban toneladas de confianza catódica a una ciudadanía que ve diariamente como crecen las cifras de la infección y la muerte.
Un portavoz que cumplía con buenísima nota la difícil misión de ir contrapesando los cientos de contenidos informativos que hablaban de caos en los hospitales, de denuncias sobre la escasez de material, de ataques políticos de algunos líderes de la derecha cavernícola, de las futuras cifras que moldean cada día a famosa curva a la que no se le encuentra fin.
Simón acompaña su mirada limpia y curtida en mil batallas con una estética que lo diferencia claramente del aspecto uniformado, plástico e impersonal de los representantes políticos y sobre todo de los militares que comparecen cada día para realizar sus a veces anecdóticas aportaciones. Él se dejó caer en el plató gubernamental con su fisonomía cotidiana y doméstica de quien está más cerca de Einstein que de un burócrata occidental. Lo echaremos de menos y esperamos que reaparezca pronto, como ese personaje imprescindible de una peli que nos engancha al principio y no vuelve a aparecer hasta casi el final.
Tanto él como su sustituta, María José Sierra, son la voz del grupo de científicos que asesora a Moncloa. Conviene recordar, sin embargo, que quien gobierna son los ministros, ministras y sobre todo el presidente. Estos, por mucho que se apoyen en el comité científico, deciden sobre el ritmo del confinamiento y las cuestiones territoriales. Sea cómo fuese, cada uno puede sentirse como quiera. Cada enfermera, cada médico que lo desee, puede denunciar cosas ante las cámaras creando inquietud entre la gente. Como cada hooligan puede vomitar en twitter toda su bilis de veneno. O cada partido de la derecha puede llenar las redes de mensajes inflados por sus sistemas de expandir la mierda.
Pero muchos otros seguiremos viendo en la mirada persuasiva de Simón —también en los datos de Sierra, y en las emotivas confesiones de Sánchez— la seguridad de que si nos equivocamos estamos fallando todos, porque con ellos compartimos miedos e incertidumbres. Y de que cuando salgamos de esta vamos a saber muchas más cosas sobre cómo encarar la siguiente.
Chariño
Dediquemos para la pronta recuperación del doctor Simón unos versos de Paio Gómez Chariño, nacido en la Pontevedra de 1225. “As frores do meu amigo / briosas van no navío / E vanse as frores / daquí ben con meus amores / Idas son as frores / daquí ben con meus amores”. Una oportunidad de leer algo antiguo y estupendo. Y si no quieren, conéctense a la obra de Amancio Prada, pero no a las archifamosas obras sobre Rosalía o San Juan de la Cruz, también sublimes. No. Busquen Leliadoura, una maravillosa manera de disfrutar de la poesía medieval.
PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 31 DE MARZO DE 2020, DÉCIMO SÉPTIMO DÍA DE CONFINAMIENTO