Te quiero, te quiero todo

A N T Ó N   P R I E T O

Estamos enterrando a toda leña a miembros de una generación legendaria. Personas que nacieron entre los años 20 y los 40 del pasado siglo. Personas que en muchos casos vinieron al mundo poco antes de soportar la sima cruel e intelectual de la guerra. Otras que sufrieron una primera infancia con la estrechez de la posguerra en un país rural y entumecido por la escasez, el frío y la ausencia de horizontes. 

Las cifras que asolan los telediarios llevan por delante la piel arrugada de personas que estaban viviendo una situación algo mejor de la que vivieron sus padres. Muchos de ellos emigrantes, muchos marineros, casi siempre además labradores de arado romano, con el esfuerzo supremo de expresar con su sudor el soporte de su familia. 

Personas con unos altísimos niveles de orfandad, pues esa época era relativamente frecuente que padres y madres muriesen poco después de la edad fértil. Muchas de las personas que enterramos vinieron a las ciudades en la búsqueda de sustento cuando se fue desarrollando esa tímida industrialización de los 60 y los 70, en tiempos del primer babyboom. Fueron capaces de  reinventarse con cuatro céntimos en el bolsillo. 

Especialmente Vigo y A Coruña, pero también el resto de las ciudades, acogieron a hombres y mujeres que abandonaban las parroquias del país para entregar sus vidas a nuevas esclavitudes: un bar, un empleo justito, casas para limpiar, una cartilla de embarque, una tienda de comestibles, en el mejor de los casos un puesto de funcionario, y por qué no, algunos negocios que fueron dando frutos gracias a la economía especulativa, convirtiendo nuestras villas en  adefesios urbanísticos de los que algunos se enriquecieron.

Esos que supieron retroalimentarse con unos poder públicos incultos, liberales en lo económico, fascistas, militarizados hasta las trancas y exentos de toda sensibilidad civilizadora. Gentes que en el mejor de los casos no tenían más que un certificado de escolaridad que significaba leer, escribir, las 4 reglas, firmar y poco más. Y eso según las zonas, muchas veces por empeño de las comunidades gallegas en América. También los que quedaron en las parroquias, en los Ayuntamientos de la costa o del interior y desde allá también educaron a sus hijos, que en los 80 invadieron las universidades. Gentes que hicieron de gran sostén de sus nietos hasta ahora, día en que las tinieblas llenasen sus vidas.

Muchas y muchos que regresaron de Suiza, Alemania o Inglaterra después de su vida laboral y vinieron a jubilarse a la patria. Hoy los aplausos, todos los homenajes, son por ellos, principales víctimas de esta mierda.

Personas que iban arreglándose con la escasa pensión no contributiva o la estrecha jubilación de los autónomos, en algún caso apoyado por la renta de un piso o un local que habían podido adquirir en las mejores épocas hipotecarias. Personas que hoy viven solas o en residencias explotadas por fondos de inversión, porque el estilo actual de vida no combina bien con la tradición de la convivencia intergeneracional, lo que añade dejadez, tristeza y desolación.

Es absolutamente cruel lo que nos pasa con nuestros amados padres o abuelos. Protejámoslos, amémoslos aunque sea en la distancia, hablémosles, transmitámosles toda la vidilla que podamos hasta conseguir volver a cogerles a mano para decirles, cada uno a su manera, te quiero, te quiero mucho, te quiero mil, te quiero todo.

Sara, Ana

Dos mujerazas. Ana  Kiro, la fuerza rural de nuestra gente, un símbolo para un país que por debajo de las gélidas formas de la dictadura fue recuperando su orgullo comido por la guerra y el fascismo. Ese Arrastráchelo cú polas pallas maquillada como Leontyne Price cantando a Verdi, con la mirada clavada en el horizonte. Disfruten de nuestra diva, y con la misma nostalgia de esta manchega que representó el glamour en una época de plomo. Mil recuerdos de mi abuela cantando los temas de “Él Último Cuplé”, el superdisco de los años 50 con el que Saritísima llenó de morbo y alegría decadente aquella época gris. Ven y ven y ven, qué hermosura de canciones tan de cabaré con boa, boquilla larga, guantes hasta el codo, mucho brilli brilli y párpados caídos.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 7 DE ABRIL DE 2020, VIGÉSIMO TERCER DÍA DE CONFINAMIENTO