¿Un Ejército contemporáneo?
ANTÓN PRIETO
¿Estamos ya preparados para ver al llamado “estamento militar” como parte de nuestra sociedad? ¿Está ese “estamento” haciendo todo lo que puede para sentirse plenamente integrado como parte activa y útil de nuestra vida pública? En plena pandemia, con los militares desinfectando las esquinas de un país que aún los mira con recelo, es buen momento para preguntarse estas cosas de manera amistosa y amable.
Medir la empatía mutua entre la sociedad y la milicia es un reto imposible, sobre todo porque el Ejército todavía en buena medida parece una institución opaca, poco acostumbrada divulgar aspectos cotidianos de su vida interna. Los contactos entre las personas comunes y la actividad militar no son habituales, al contrario de lo que sucede con la educación, la sanidad, la administración general o incluso la Policía o los Bomberos —las áreas de seguridad inmediata—, territorios de la cosa pública con las que todas y todos mantenemos relaciones frecuentes.
A eso hay que añadir aspectos de la historia reciente, en la que el Ejército estaba tan vinculado a la dictadura, detalle que no ayuda precisamente a tender puentes de armonía. Además, la iconografía, el protocolo y las liturgias militares son profundamente tradicionalistas, algo que los aparta de nuestras vidas y los mantiene estancados en los cánones de viejas estéticas poco favorecedoras. Y por se fuera poco, sorprende ver el poco interés militar en adecuar sus comportamientos simbólicos a una realidad cultural diversa como la que subyace bajo las urdimbres del estado del que forman parte.
Si hay un departamento de la Administración Pública que necesita resituarse en la sociedad actual, este es el militar. Las guerras, como estamos viendo, ya son de otro modo. Y quien más quien menos aspira la que nuestros militares no sean utilizados para defender procesos de aniquilamento de en otros lugares del mundo a donde los envían a defender empresas petroleras o situaciones de difícil explicación, pero de eso no hay que pedir explicación a los militares, sino a los Gobiernos que los dirigen.
Parece llegado el momento de darle una vuelta a los famosos cañones o mantequilla, tras preguntarnos qué nos conviene hoy día para conseguir una vida mejor para todas y todos. ¿Necesitamos realmente un ejército hiperdotado de armamento y recursos? ¿O sería mejor reinvertir parte de esos esfuerzos materiales y humanos en otro tipo de bienes más relacionados con la felicidad de las personas? Estamos suponiendo, por supuesto, que la mayoría de nosotros no nos sentimos amenazados por ningún enemigo externo. En términos de enemistades los actores cambiaron bastante con la globalización y la evolución económica, y los enemigos de la mayoría de las personas puede que no sean ni árabes revanchistas ni chinos comunistas, sino listos especuladores, mercaderes piratas, lobbys y brokers desalmados, todos con la colaboración de políticos liberales que dejan ir el mundo como va, sin corregir sus desequilibrios y confiándolo todo al libre mercado.
¿Veremos alguna vez un ejército con formas contemporáneas, preocupado realmente por la felicidad de la gente y alejado de tantos ecos del pasado? Parece que algo de eso quiere decir el Gobierno cuando asciende a los militares a la sala de prensa de la Moncloa: resituarlos, darles un nuevo enfoque, como el esfuerzo de la UME por colaborar en situaciones delicadas. Buen intento, pero ¿cómo era eso de las hojas y el nabo? Necesitamos un ejército distinto, o un simple acomodo táctico, como fue lo del Senado, hoy convertido en cementerio de elefantes?
Arte de todo el mundo
La globalización también aporta cosas buenas. Si no la tienen, se me bajan sin pensarlo demasiado la herramienta de Google Arts& Culture, donde pueden pasearse por cientos de museos del mundo a través de su móvil u ordenador. Ampliarán su cutlura plástica, y aprenderán a valorar más y mejor las riquezas que nos rodean, ya que en esta ciudad contamos con un maravilloso museo lleno de datos sobre nosotros mismos, de creaciones pasadas, de tesoros que nos han sido legados y nos hacen muy felices. Esperemos que algún día ese mostrador estupendo de Google incorpore también algunas piezas de nuestro gran museo.
PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 25 DE ABRIL DE 2020, DURANTE EL CONFINAMIENTO