Orgullo de Prote
ANTÓN PRIETO
Sara recibe sus apuntes en papel en casa, porque no está conectada la internet. El señor Andrés tiene problemas de movilidad, vive solo desde que falleció su mujer, hace ya 10 años; Arturo le hace las compras cuando lo necesita, incluso las de la farmacia. Amanda va cada dos días a recoger fruta a la nave de Moncho, en O Vao, para entregarla en el Comedor de San Francisco, algo que también hacen en el obrador de A Devesa, en O Campiño.
En todos estos microporcesos generadores de subsistencia, de vida, tienen algo que ver alguna de las personas voluntarias vinculadas a la agrupación pontevedresa de Protección Civil, quizá las personas más sigilosas, quizá la labor más desconocida, quizá la voluntad más desprendida y entregada de todas cuantas se encargan estos días de que nuestra vida en común sea más llevadera.
Hurra por las sanitarias porque están en primera línea. Hurra por las camioneras, por las polis, por las bomberas, por quien limpia las calles, plazas, parques y jardines, por las que recogen la basura, por las panaderas, por las taxistas, por las limpiadoras, por las personas que contribuyen a alimentarnos desde supermercados y tiendas, por las que atienden gasolineras, las gestoras y asesoras económicas y jurídicas, menudo cristo están atravesando con esta situación incierta. Hurra y tres Rianxeiras en su honor por todas estas gentes y otras muchas que seguro quedaron fuera de la lista.
Pero todas ellas reciben una nómina por su trabajo. Y también hurra, claro está, por quien no tiene trabajo y lo va llevando, agobiada por la incertidumbre y la ansiedad por no conseguirlo. Pero es de justicia pararnos en las personas que le echan horas y esfuerzo en Prote, en Protección Civil. Desde su sede operativa de Pasarón cubren las goteras de la ciudad con un silencio sepulcral, y muchas veces sin el agradecimiento que merecen. Pero ellas felices igual, porque no esperan nada. Se levantan cada día para dar, no para recibir.
Sustituyeron a las personas más mayores que cocinan y organizan el día en el Comedor de San Francisco, auténtico foco de la iglesia activa y generosa de la ciudad. Hacen el reparto entre esta cocina y los albergues de las sin techo en Reina de la Paz y el Multiúsos de A Xunqueira. Los domingos, hacen lo mismo en Cáritas. Distribuyen los almuerzos que el Ayuntamiento contrata para niñas y niños en situaciones delicadas, que antes almorzaban en los comedores escolares —alimentos de calidad que preparan en Estrivela, no pizzas como en Madrid. Distribuyen apuntes impresos de vez en cuando para niñas y niños gitanos bajo encargo del Secretariado Xitano. Ayudan en los repartos de lotes de alimento que organizan en San Bartolomé. Y atienden todas las demandas que les derivaron de los servicios de Benestar Social del Concello para hacerles la compra a personas que lo necesitan, bien porque no pueden moverse, bien porque son grupos de riesgo elevado.
Esta es la situación, amigas y amigos. Protección Civil es una agrupación pública, oficial, creada por el Estado y vinculada a los municipios, que la suministran de material y estructura de trabajo. Ellos no hacen caridad, no quieren ganar ningún cielo eterno. Hacen justicia, ayudan. Cubren ese papel que hoy la sociedad abandonó porque es difícil de traducir en dinero, en rentabilidad, en ambición. Ese cemento social que en las sociedades rurales cubrían los vecindarios y que hoy desapareció. Por eso, contar con Prote es contar con seres humanos que merecen más que nadie llamarse personas.
Persecución
Y ya que hablamos de esa singular patria errante de los gitanos, les propongo un recorrido musical por la desgraciada marginación que sufrieron en la España moderna, desde los Reyes Católicos. Busquen “Persecución”, de Lebrijano, un épico viaje por el martirio de aquel pueblo que hoy vive entre nosotros. Un disco de 1976 creado para sacudir conciencias, adelantado a su tiempo, testigo de una epopeya grandiosa de sacrificios e incomprensión. Rotundo y brutal. Disfrútenlo.
PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 24 DE ABRIL DE 2020, TRIGÉSIMO TERCER DÍA DE CONFINAMIENTO