Amo mi carro rico

A N T Ó N   P R I E T O

Hacer el amor en un simca mil. Un himno de la transición. Muy apropiado para homenajear algo que hoy echamos en falta. Un objeto que las personas más eco-céntricas no tendrán en mucha estima, pero que pocos como él marcan nuestra época. Sé que atraviesa momentos de bajón. Aquí en Vigo hay una fábrica que si no es por el dinero público ya estaría en Nigeria o Sudáfrica. Las ciudades, en cierta medida abanderadas por Pontevedra, están en pleno proceso de reubicarlo, de dominarlo, de aprovechar sus valores y descartar sus disfunciones en calles y plazas. Las urbes están desorientadas entre la contaminación, los atascos, el ruido, la violencia vial, y no encuentran maneras de llevarse bien con sus rutinas. La cultura del asiento de la atrás o la  hiperprotección incide en los debates educativos de todo el mundo y los estados ya no saben qué hacer para evitar accidentes de tráfico. La manera de alimentarlos, que si GLP, diesel, gasolinas, gas, agua, hidrógeno o energía eléctrica, invade debates y planes de marketing a cientos.

Pero por encima de todo, adoramos nuestro coche. Y no hablo de las presuntas disfunciones mentales de los que conscientemente lo utilizan para fardar o ironizar con un estátus social deseable, véase el anuncio de Sixt: alquile un carrazo para que lo tomen en serio. No. Tampoco hablo del coche como medio de transporte, sobre lo que aquí, en Galicia, tendríamos mucho que decir a causa de nuestro modo de vida tradicional, esparcido por el territorio. Ni hablaré de infraestructuras, de mercado automovilístico, de carnets de conducir, de desolocalización industrial, de obsolescencia programada, de car sharing, de blablacar o chuminadas por el estilo. Todas esas dinámicas estructurales que pasaron de pronto a ser arqueología coronavírica.

Es hora de reivindicar con orgullo nuestro coche como espacio íntimo, casi poético, en el que suceden muchas de las mejores cosas de nuestras vidas. Seguimos relacionando el coche con la madurez, con la independencia, con ese objeto de deseo que nos va a permitir llenar de alegría tantos momentos agradables, y quizá, también alguno desgraciado, pues la vida, incluso dentro del coche, está llena de dilemas.

Me pregunta mi adorada Alba si hay algo más sexy que un tipo al voltante. Es difícil de imaginar, pues ese tipo parará en cualquier momento a disfrutar de un humeante café o recogerá a un o una amante desarrollando así esa estética de caricia en la rodilla, de manos entrelazadas, de cariños furtivos, de… en fin, lo vamos a dejar así porque trascender el código de la circulación puede tener consecuencias explosivas en múltiples direcciones. También el motor y la estética  femenina del empoderamiento. No me refiero a la patética escena de los almanaques de taller. Si no a esa mujer poderosa y segura de lo que hace, sola en su cochazo, quizá un 4×4, con tantas aventuras que contar a bordo de ese corcel de gasofa que tanto pone a sus amantes.

Ese coche que nos lleva, solos o en pareja, a gusto con nosotros mismos, con esa sensación de bienestar que roza la felicidad, a bordo del que abandonamos el mundo para trasladarnos no tanto a un espacio, sino mejor a un momento que identificamos como de lo mejor que hemos vivido nunca. Momentos únicos abstraídos en el automatismo de la conducción, o que aprovechamos para tener conversaciones profundas con tu jefe, con tu amigo, con tu amante o con algún desconocido con quien por alguna razón compartes intimidad. O incluso con nosotros mismos, para cantar como locos en mitad de la noche o pedirle que nos ayude a contener la ansiedad de llegar para tocar al amor de ese instante.

Los inhumanos

El desvergonzado grupo de la movida que llegó de Valencia en 1988 para aventar un poco la  caspa del panorama social. La valentía de la felicidad, del ejemplo y de la chulería. Ya que no somos capaces de cambiar mucho más, nos centremos en las pequeñas cosas de la vida. En el  simca mil. Qué maravillosos polvos los de aquellos años de estrechez.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 13 DE ABRIL DE 2020, VIGÉSIMO SEXTO D͍A DE CONFINAMIENTO