Eurovirus

A n t ó n   P r i e t o

Nos cuentan las crónicas de este día que Europa resucita el espíritu PIGS, si, cerdos. Así llamaban desde el norte a los países del sur, cuyas economías manejan a placer a cambio de su cooperación con algunas infraestructuras públicas. Bueno, no seamos malos. No es tan así. En la actual crisis vírica los cerdos sureños incorporamos a Francia. Bienvenidos. En vuestra historia de leyendas urbanas aparece un gran enemigo de vuestro cuerpo: el jabón. Aunque he de confesar que en mi dilatado contacto con cuerpos galos, nunca observé tan inquietante bulo: los franceses follan limpitos y sabrosos como quien más.

Al margen de olores y sabores, parece que 4 países se oponen a la emisión de los coronabonos, palanca que permitiría una especie de “todos a una” en la financiación conjunta de la UE tras la catástrofe. De nuevo se hace evidente que la Unión es una unión de conveniencia, un club de intereses no siempre confesables, que pese a los esfuerzos que intentan popularizarla, su misión conjunta se desdibuja en momentos cruciales como este.

He aquí países como Holanda, Alemania, Austria y Finlandia, opuestos a las medidas solidarias con sus paraísos vacacionales. Hay quien de nuevo saca a relucir la canción de que esto puede suponer el golpe definitivo a la UE, incluso Antonio Costa, primer ministro portugués, utilizó una palabra fuerte: “Repugnante, re-pug-nan-te, España no creó el coronavirus”.

Se refería a los ataques de un ministro liberal de Holanda, ese país que tras sus preciosos tulipanes esconde uno de los grandes agujeros fiscales de la economía europea. De su lado están la dura Merkel, azuzada como siempre por su ultraderecha, pero también por la solidez de su economía y su control financiero sobre el sur; la conservadora Austria y la pequeña Finlandia. 

Un ramillete feliz de países que están reivindicando la esencia de la Unión: queremos expandir nuestras empresas, entrar libremente en vuestros mercados, eliminar vuestra competencia, comprar por dos duros las viejas compañías que no sabéis gestionar para explotarlas mejor, ampliar el mercado único laboral para producir más barato. A cambio, os damos algún dinero para construir autopistas y para mantener vuestro nivel de consumo a un ritmo aceptable. 

El sueño europeo vuelve a demostrar que tiene los pies de barro. Pero tranqulidad. Seguramente esas palabras duras del presidente Costa pronto se olvidarán, y volverán los discuros vacuos, las palabras difusas como narcótico esencial de nuestra vida en común: las subvenciones de Bruselas, las negociaciones para relajar todavía más el mercado o los paseos por Babia cuando haya que abordar la terrible situación del Mar Mediterráneo, tumba de personas a las que no alcanza eso de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

E la nave va

Ya que hablamos de cerdos europeos, vamos con un rinoceronte. Y ya que hablamos de aguerridos negociantes, vamos con estúpidos competidores. Federico Fellini se comió el mundo en 1983 con esta peli teatral, satírica, cabrona e inmortal. Había que despedirse de María Callas —oh, perdón, de Edmea Tetua— y ahí se van a esparcir sus cenizas sobre el Egeo. Verán lo que es considerada una de las grandes escenas del mundo felliniano: la feroz lucha de egos entre las grandes figuras de la ópera que visitan la sala de calderas del barco. Ah… lo del rinoceronte… comprobarán lo que es a poética cinematográfica, no les digo más. No se pierdan esta peli estupenda que tanto nos habla de dulces apariencias como de la más burda competitividad. Justo: como Europa.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 28 DE MARZO DE 2020, DÉCIMOCUARTO D͍A DE CONFINAMIENTO