Love China

A n t ó n   P r i e t o

Las empresas aprovechan la crisis para enviarnos mensajes evocadores sobre la bondad y la armonía. La venta de la felicidad y la esperanza asociada a Orange, Gadis o El Corte Inglés figura en primero de marketing de cualquier escuela de negocios o comunicación. Grandes acontecimientos también proporcionan grandes argumentos de venta, máxime cuando está nutrido de ese magma informativo que antes llamábamos “interés humano” pero que hoy inunda los prime time de cualquier medio.

Más allá de las empresas están los países. Ejercer la solidaridad está en el adn de las personas. Los países, los estados, naciones o lo que fueran, tienen su propia personalidad colectiva, por mucho que un creciente cosmopaletismo nos anime a pensar que sólo existimos las personas individuales, agarrándose a ese concepto absurdo de ser “ciudadano del mundo”. Pues no, cari. Mal que te pese, e incluso ahora con el mundo globalizado, siempre serás de donde naces, te eduques o habites, porque lo que eres ahora es el resultado del que llevas siendo desde que naciste.

Unos más y otros menos, los países también se afanan en cuidar su imagen exterior. No digo a partir de videos turísticos como la preciosidad que Portugal hizo circular hace días para recuperar el turismo tras la crisis. Eso también, pero no sólo eso. La llamada “solidaridad”. Por ejemplo, esa que los americanos tras la guerra mundial inspiró el Plan Marshall inclinando a Europa a mirar al otro lado del Atlántico y no a los libertadores soviéticos durante toda la segunda mitad del siglo XX, apoyada por una impecable épica cinematográfica y una potentísima influencia económica.

Últimamente ya no hay grandes gestas… o sí, pero son más bien destructivas y provocadas por el clan occidental contra Irak, Libia, Siria y otras guerras menores pero igual de implacables de nuestros socios.

Pero oh sorpresa. Italia colapsa y aparecen aviones chinos, rusos y cubanos portando la bandera blanca de la hermandad universal. Hola, amigos italianos. Os venimos a pagar con médicos, mascarillas y respiradores vuestra preciosa contribución a la fraternidad: el himno Bella ciao. Somos partisanos de la humanidad y venimos a plantar tan linda flor.

Supongo que alguien que investigue la semiótica de las relaciones internacionales relacionará estos gestos con los intereses y la misión que cada país se autoimpone en el mundo. Claro, no es igual que las monarquías española y saudí cooperen para construir un tren en el desierto, que países como Cuba o China, con valores democráticos y humanos bastante distintos a los nuestros y a los que normalmente algunos denostan por “comunistas”, nos ayuden en la pandemia.

Quizá debamos desdibujar un poco nuestros esquemas de valores e ir sustituyendo el orgullo occidental por una mirada más inteligente hacia países que supieron poner a las personas por encima de los negocios. Reconfigurar ese chip eurocéntrico que nos convirtió en estúpidos gordos sobrealimentados o en soberbios consumidores altivos resulta una urgente necesidad.

Tabucci

Para conectarnos con Italia, Francia y Portugal, nada mejor que recurrir a Sostiene Pereira, una de las grandes novelas de los noventa. Antonio Tabucci, nacido en Pisa, nos sitúa en la Lisboa de 1938, cuando Salazar obtenía el 100% de los votos de unas eleciones a las que solo él se presentaba. En aquella redacción solo se colaba un mínimo rayo de luz en forma de crónica necrológica. Un relato antifascista e intimista que destila todo ese intenso aroma de preguerra donde hay incluso espacio para pequeñas victorias. La novela dio para una preciosa peli, y puede que sea fácil obtenerla en alguna de esas plataformas.

Bella Ciao

Y hablando de antifascismo, busquen cualquier versión del Bella Ciao. Les recomiendo la de Najwa Nimri, en español, llena de una belleza tan sutil que eleva el himno a un minimalismo sublime. Tampoco está nada mal la versión original que hace Delia, en su italiano oficial, banda sonora de la serie La Casa de Papel. Dos tempos contemporáneos de altísimo nivel.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 29 DE MARZO DE 2020, DÉCIMO QUINTO D͍A DE CONFINAMIENTO