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ANTÓN PRIETO
Un lindo debate barroco se despliega ante nosotros a raiz de una pregunta del Centro de Investigaciones Sociológicas. Atentas: “¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?”. ¿Qué? ¿Cómo se queda?.
Vaya por delante algo importante: reverencia absoluta a técnicos, dirección y empleados del CIS, protagonistas de una actividad demoscópica sobre la que muchos pontifican con demasiada alegría. No seré yo quien se sume la ese abanico de engenieros que se abruman cada vez que el Instituto publica el resultado de un sondeo.
Pero usted imagine que de repente coge el teléfono de un número desconocido. Cuenta con que querrán venderle un paquete de series televisivas o un crédito de cofidís. Pero va y escucha todo aquello. De repente comienza a sudar frío y, como es para el CIS, estudia en primer lugar si alinearse con el bipartito, con la opoderechona o con la banda más alternativa del hemiciclo, compuesta por la izquierda bonita y la periferia espabilada.
Te pide el cuerpo decir que sí, pues sólo faltaría pasar todo esto bajo un gobierno capaz de condecorar a la virgen del Carmen. Usted quiere decir que sí, que habría que prohibir los bulos y las informaciones engañosas, pues qué es eso de mentir descaradamente o sembrar las redes de babosadas varias con finalidades perversas.
Pero después de pedir al amable interlocutor oficial que repita la pregunta una o dos veces, aterrizas en eso de remitirnos a las fuentes oficiales. Es cómo preguntar si prefieres cambiarte de planeta. ¿Quiere usted vivir en Urano sin agua ni cielo protector?. De repente, un estado que nunca se preocupó de tener un cuerpo de periodistas acreditados, registrados, responsabilizados socialmente ante la ciudadanía, con una formación más o menos sólida, con un nivel salarial digno, con una independencia real de empresas, corporaciones, chiringuitos o lobbies, capaces de responder de su trabajo ante colegios o tribunales profesionales… de repente ese país abandona por un momento la pandereta y pregunta a su ciudadanía si prefiere bulos o informaciones oficiales.
Y ya descendiendo un poco más en el nivelazo semántico de la cosa, “mantener la libertad total para difundir noticias e informaciones”. Libertad total. No me diga que no se puso poético el entrevistador… en un ecosistema en el que tantos medios son propiedad de bancos, constructoras, corporaciones o lobbies. O dependen de enormes anunciantes o de la publicidad institucional para sobrevivir. Cuatro o cuatrocientos millones de twits estúpidos circulando por la red no son nada en comparación con la pregunta necesaria: Prefiere que le cuente las cosas un o una periodista profesional libre de cargas e hipotecas, o el abejorro zumbón con aspecto de broker que cada día le empaña cerebro con verdades selectivas? Y por supuesto, también respondería: “sí, claro”.
Todo eres mentira…
…En este mundo / todo eres mentira, la verdad. Un verso de Manu Chao muy propio para abordar la barroca pregunta del CIS. Clandestino, un álbum de 1998 considerado como uno de los mejores mil álbumes de música que cualquier persona debe escuchar antes de morir. Si le mola esa especie de reagge excéntrico, polilingüe, feliz, amargo y con un punto de verdad, busquen este álbum y háganse compañía durante el encierro.
PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA, BAJO EL TÍTULO «A ENQUISA DO CIS» EL 17 DE ABRIL DE 2020, VIGÉSIMO NOVENO DÍA DE CONFINAMIENTO