Que Pontevedra tiene amores, nadie lo duda. Que buena parte de esas personas ya antes de la epidemia se habían pasado a la compra  on-line, relativiza ese amor furibundo que a todos nos embarga cuando nos ponemos ñoños y localísimos. Más o menos de esa idea parte la campaña municipal que en pleno confinamiento invadirán nuestras redes sociales. Hablan los  PonteLovers, los estimuladores, los satisfayer de una ciudad a la que le gusta ser como es, con sus cosas buenas y sus menos buenas, con sus horribles medianeras y sus maravillosas farolas, con sus agradables espacios peatonales y su fábrica nauseabunda. Bueno, esto último no gusta tanto, la verdade. Pero conseguiremos sacarla de ahí.

PonteLovers que nos invitan a ir recuperando, cuando se pueda, el ritmo que manteníamos. Personas que son las que viven de los gintonics, de los bolsos de marca o de los cafés con magdalena que tanto molan a las gaviotas. Terrazas,  peluquerías, tascas, despachos, cafés de invierno, restaurantes de mesa y mantel, de bocatas, joyerías, taperías o enotecas, zapaterías o concesionarias de móviles, adaptadores de ropa, droguerías, grabadurías de tatoos, bisuterías,  curtidos, librerías, reparadores varios, papelerías, reprografías, relojerías, mercerías, mueblerías decorativas, jabronerías,  chocolaterías, lencerías, esteciciéns, ferreterías, jamonerías, perfumerías, bazares chinos, sanatorios de zapatos, mercaderías de regalos, y tiendas de todo lo imaginable, tradicionales y modernas, vintage o despistadas, nutridas o selectivas, de moda o de batalla, especializadas o genéricas, estables o efímeras…

Las trastiendas de todos estos lugares son ahora los motores de arranque y avance de esta ciudad paralizada por el miedo, nostálgica de sus playas y de tantos kilómetros de sendas que cada día caminábamos antes de la cuarentena. Esos PonteLovers a los que Yoya Blanco pidió un pequeño video de ánimo para llenar las redes de energía positiva son los que trabajan cada minuto para que la ciudad siga dando cada día de beber a quién pasa. 

Gracias a sus contribuciones a la hacienda pública —y a los de otros muchos que también  aportan, como corresponde— podemos vivir en una ciudad capaz de ofrecer unos altos niveles de comodidad, estabilidad y abundancia. Ellos, nuestros comerciantes y hosteleros, aportan muchísimo más que Amazon o Aliexprés, más que Carrefour, una empresa francesa que también vende bastante aquí, como Supercor, Eroski o algunas más con su CIF en Madrid o en otros lugares, lo que las aparta del topic de “proximidad”.

Es cierto que las pequeñas empresas comerciales deben actualizarse, adaptarse a nuestro ritmo de vida, mejorar el tratamiento al cliente, profesionalizar la atención al público, adaptarse a la venta a domicilio, medir bien los gustos de su gente, en definitiva ir desperezándose de esas leyendas negras del clasismo, la arrogancia, las costumbres acomodaticios o el estancamiento decadente. 

Hay quien piensa que este terremoto económico va a servir para que el comercio dé el salto definitivo a la actualización que acaso persiguen desde hace años, pero hay también mucho escéptico sobre que la masa empresarial local disponga realmente de esa capacidad de adaptación. Ojalá. De momento, sumémonos al PonteLovers, convirtámonos todos en amantes incondicionales de nuestra ciudad y confabulémonos, desde el primero al último, para que Pontevedra siga siendo ese lugar maravilloso que no cambiaríamos por ninguna otra ciudad del planeta.

Museo de Pontevedra

Y ya que nos hemos puesto tan localistas, vamos a dar un paseo por el Museo. Ojalá entre la renovación que anuncian, acaben cambiando la web para hacerla más operativa, más contemporánea y útil para la difusión de su impresionante obra. Pero al menos pueden ir al apartado “Colección” y flipar con la cantidad de cosas que están perdiendo si no dedican algún momento de su ocio a visitar esta joya local, sin duda el museo más completo de Galicia. Naveguen por sus colecciones y siéntanse, si cabe, todavía un poco más orgullosos de su ciudad. Se lo agradecerán a ustedes mismos.