Superortega
A N T Ó N P R I E T O
Golondrinas
Vamos a viajar con la Imaginación a A Coruña. Para eso, nada mejor que hacerlo a bordo de un poema de Manuel Rivas que él mismo rescató en su twitter: “Llegará la primera golondrina y pensará que todo esto es una trampa para agarrarla con el gesto de un silencio masacrado”. Busquen cualquier obra de este polifacético intelectual coruñés y disfruten con una visión radicalmente limpia de este mundo lleno de basura y miseria. Y si quieren acompañarlo con algo de marcha norteña, pidan Diplomáticos a su youtube y escuchen, por ejemplo, Nordés, con Merce Peón. Rock nórdico, potencia atlántica para tiempos inciertos. Buen provecho.
Inditex dona
Claro que Ortega es culpable. Lo somos todos. La vida es un itinerario de hazañas y miserias y la culpabilidad un sentimiento innato al ser humano. A veces incluso pasa de sentimiento a hecho incontestable, cuando la culpabilidad se convenirte en un concepto jurídico, positivo, objetivo… no en una verdad, porque la verdad es otro cantar. Sólo en una sentencia de derecho. Ortega tiene muchas culpas, claro que sí. Todos y todas tenemos las nuestras. Pero no es el monstruo de siete cabezas que pintan los apocalípticos.
Ortega es un empresario, y como tal, que se sepa, cumple escrupulosamente las leyes. Las leyes de los abnegados y las leyes de los piratas, que también existen. Otra cosa es que la ley no nos guste, o que las leyes de los piratas no debieran existir. No parece justo que las grandes corporaciones aporten una parte tan escasa de su rendimento a la economía pública, cuando ellas son las primeras beneficiarias del clima de estabilidad política y económica que les facilita el negocio.
Si acaso, son las leyes del mercado global sobre las que hay que dirigir la mirada y apuntar los dardos, no contra uno solo empresario, por muy potente que sea. Ortega, como tantos otros grandes héroes del capitalismo, utiliza las autopistas que construye la política con todos sus defectos. Los lobbys, las ideas dominantes, la importancia del dinero. Son la política, los parlamentos, los gobiernos, los que tienen la misión de cambiar estas cosas, pero eso acabamos de entenderlo cuando votamos, porque nos puede el pressing que ejerce la tómbola electoral.
Algún ingenuo anda por ahí diciendo que todo esto puede cambiar con el momento coronavirus, pero quien más quien menos piensa que nada cambiará demasiado.
En A Coruña convocaron un aplauso inmediato de apoyo a Inditex. Pailanada nivel máximo. Es cierto que allí Amancio tiene una imagen irrefutable, ganada a pulso, tanto por sus actitudes personales de mesura, discreción y compromiso con la ciudad, como por la admiración que produce el éxito entre los pobres, agradecidos por los millares de empleos que tan inteligentemente fue creando en las últimas décadas en muchísimos sectores. Inditex ayuda a extraer lo mejor de sí mismos a muchísimos profesionales y empresas del entorno. Pero pagárselo con un revuelo de ventana es algo demasiado choni. Quizá avergonzaría incluso a ese hombre capaz de no dar nunca puntada sin hilo.
Bífidus
Y hablando de consumismo, en el que se basa toda la filosofía de imperios como Zara o Ikea, quizá sea oportuno recordar un precioso librito publicado por Anagrama hace 20 años. Su título original, “99 francs” se tradujo rápidamente al “13,99 euros” de la edición española de esta pequeña novela de Frèdèric Beigberder que resulta “un relato cruel, un panfleto insolente, un alegato contra la manipulación consumista”. El autor, después de la publicación fue despedido de la agencia Young & Rubicam, en la que trabajaba. Imaginen una trama real y bien documentada en la que se fabrican deseos para que las personas compremos cosas que no necesitamos. Y después de leer, paseen no ya por Benito Corbal, Marineda City o Gran Vía, sino ya por el lineal de yogures o galletas de cualquier supermercado. Y mírense en el espejo para comprobar lo que están haciendo con usted.
PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 21 DE MARZO DE 2020, SÉPTIMO DÍA DE CONFINAMIENTO