A N T Ó N   P R I E T O

Golondrinas

Vamos a viajar con la Imaginación a A Coruña. Para eso, nada mejor que hacerlo a bordo de un poema de Manuel Rivas que él mismo rescató en su twitter: “Llegará la primera golondrina y pensará que todo esto es una trampa para agarrarla con el gesto de un silencio masacrado”. Busquen cualquier obra de este polifacético intelectual coruñés y disfruten con una visión radicalmente limpia de este mundo lleno de basura y miseria. Y si quieren acompañarlo con algo de marcha norteña, pidan Diplomáticos a su youtube y escuchen, por ejemplo, Nordés, con Merce Peón. Rock nórdico, potencia atlántica para tiempos inciertos. Buen provecho.

Inditex dona

Claro que Ortega es culpable. Lo somos todos. La vida es un itinerario de hazañas y miserias y la culpabilidad un sentimiento innato al ser humano. A veces incluso pasa de sentimiento a hecho incontestable, cuando la culpabilidad se convenirte en un concepto jurídico, positivo, objetivo… no en una verdad, porque la verdad es otro cantar. Sólo en una sentencia de derecho. Ortega tiene muchas culpas, claro que sí. Todos y todas tenemos las nuestras. Pero no es el monstruo de siete cabezas que pintan los apocalípticos.

Ortega es un empresario, y como tal, que se sepa, cumple escrupulosamente las leyes. Las leyes de los abnegados y las leyes de los piratas, que también existen. Otra cosa es que la ley no nos guste, o que las leyes de los piratas no debieran existir. No parece justo que las grandes corporaciones aporten una parte tan escasa de su rendimento a la economía pública, cuando ellas son las primeras beneficiarias del clima de estabilidad política y económica que les facilita el negocio.

Si acaso, son las leyes del mercado global sobre las que hay que dirigir la mirada y apuntar los dardos, no contra uno solo empresario, por muy potente que sea. Ortega, como tantos otros grandes héroes del capitalismo, utiliza las autopistas que construye la política con todos sus defectos. Los lobbys, las ideas dominantes, la importancia del dinero. Son la política, los parlamentos, los gobiernos, los que tienen la misión de cambiar estas cosas, pero eso acabamos de entenderlo cuando votamos, porque nos puede el pressing que ejerce la tómbola electoral.

Algún ingenuo anda por ahí diciendo que todo esto puede cambiar con el momento coronavirus, pero quien más quien menos piensa que nada cambiará demasiado.

En A Coruña convocaron un aplauso inmediato de apoyo a Inditex. Pailanada nivel máximo. Es cierto que allí Amancio tiene una imagen irrefutable, ganada a pulso, tanto por sus actitudes personales de mesura, discreción y compromiso con la ciudad, como por la admiración que produce el éxito entre los pobres, agradecidos por los millares de empleos que tan inteligentemente fue creando en las últimas décadas en muchísimos sectores. Inditex ayuda a extraer lo mejor de sí mismos a muchísimos profesionales y empresas del entorno. Pero pagárselo con un revuelo de ventana es algo demasiado choni. Quizá avergonzaría incluso a ese hombre capaz de no dar nunca puntada sin hilo.

Bífidus

Y hablando de consumismo, en el que se basa toda la filosofía de imperios como Zara o Ikea, quizá sea oportuno recordar un precioso librito publicado por Anagrama hace 20 años. Su título original, “99 francs” se tradujo rápidamente al “13,99 euros” de la edición española de esta pequeña novela de Frèdèric Beigberder que resulta “un relato cruel, un panfleto insolente, un alegato contra la manipulación consumista”. El autor, después de la publicación fue despedido de la agencia Young & Rubicam, en la que trabajaba. Imaginen una trama real y bien documentada en la que se fabrican deseos para que las personas compremos cosas que no necesitamos. Y después de leer, paseen no ya por Benito Corbal, Marineda City o Gran Vía, sino ya por el lineal de yogures o galletas de cualquier supermercado. Y mírense en el espejo para comprobar lo que están haciendo con usted.

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 21 DE MARZO DE 2020, SÉPTIMO DÍA DE CONFINAMIENTO

A N T O N   P R I E T O

Claro que la actualidad ofrece mucho de que hablar. El estupendo equipo del Diario ya nos aporta un enorme caleidoscopio de noticias y opiniones, de fotos y relatos informativos sobre nuestras vidas bajo el virus asesino. Disfrutadlas. Tras cada historia que nos cuentan hay una muestra de la firme voluntad de luchar contra este furúnculo invisible y cruel, la negra sombra de nuestras vidas durante estas raras semanas.

Pero asomarse a Pontevedra esta tibia mañana de domingo es hacerlo a un plató de seda en el que la arquitectura urbana se nos muestra tamizada por la leve sensación de un plácido sol todavía tímido y de bajo recorrido. Las tapas de las  alcantarillas aparecen ante nosotros como  juguetonas protagonistas de calles desiertas, que perdieron su condición urbana para ascender a la de escenarios de un walking dead civilizado e higiénico.

Los muertos que nos circundan no saldrán pasear, porque esa versión posmoderna de la Santa Compaña fue creada para sobrecogernos en el sofá doméstico, pero en la cruel realidad los muertos que el virus multiplica por cero desaparecen, dejarán de ver ya para siempre jamás esta luz de primavera convertida en tibio tejido de tacto delicado.

Asomarme ayer a mi atalaya desde la que se ven desde las últimas casas de A Caeira hasta las primeras de Marcón era como trasladarse la una de esas pinturas románticas de Turner, el  paisajista inglés de los ambientes densos y cálidos, de ese cromatismo mañanero que logra el sol cuando se yergue y el pintor es capaz de potenciar al máximo añadiendo dramatismo y tensión. Así estaba ayer Pontevedra, con una banda sonora supongo de petirrojos, jilgueros y  gorriones que en este momento espectral adquieren enorme protagonismo.

Cualquier ciudad amanece así un plácido día de primavera, aunque la primavera se nos retorciese tanto, como queriendo decir que el planeta nos llama a portarnos mejor con él, porque con la merma del ajetreo humano sobre su piel mejoraron todos los índices ambientales. Lores y Mosquera lograron por fin su ciudad sin coches, esa Ítaca de la que reniegan, porque lo suyo es la ciudad con menos coches. Pero no así, sin ninguno. 

Pontevedra ayer era el sueño ambiental de cualquiera naturalista. Hospitales, panaderías,  quioscos y farmacias son compatibles con un ecosistema hipernaturalizado. Calles, plazas, parques y jardines, operativos para zorros y patitos, para jabalíes y hombreslobo. Pero eso es justo lo que no queremos, la ciudad museo, la capital paralizada, la inacción total, el silencio, la ausencia absoluta de personas. Esa es la Pontevedra muerta. Puede resultar hermosa, sí. Pero esa hermosura es la belleza de los ataúdes, del silencio, de los cuerpos congelados por la muerte, que es la antítesis de esta mañana de primavera.

Morning  Star

Sí, el título de esta novela lo pilló su autor, el lucense Xosé Miranda, del nombre de la más famosa nave asaltada por el capitán Benito Soto, considerado el último pirata del Atlántico, que figura en todo el alto de nuestra iconografía urbana. Una epopeya de bandas que a mediados del siglo XIXsacuden la comarca persiguiendo el tesoro que Soto había escondido en la ciudad y que por cierto, todavía nadie encontró. Un espléndido relato de aventuras, acaso todo un homenaje a la Isla del Tesoro de Stevenson. No os perdáis esta pequeña novela épica que nos hace viajar por nuestras calles y parroquias de hace casi 200 años.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 30 DE MARZO DE 2020, DÉCIMO SEXTO D͍A DE CONFINAMIENTO

A n t ó n   P r i e t o

Las empresas aprovechan la crisis para enviarnos mensajes evocadores sobre la bondad y la armonía. La venta de la felicidad y la esperanza asociada a Orange, Gadis o El Corte Inglés figura en primero de marketing de cualquier escuela de negocios o comunicación. Grandes acontecimientos también proporcionan grandes argumentos de venta, máxime cuando está nutrido de ese magma informativo que antes llamábamos “interés humano” pero que hoy inunda los prime time de cualquier medio.

Más allá de las empresas están los países. Ejercer la solidaridad está en el adn de las personas. Los países, los estados, naciones o lo que fueran, tienen su propia personalidad colectiva, por mucho que un creciente cosmopaletismo nos anime a pensar que sólo existimos las personas individuales, agarrándose a ese concepto absurdo de ser “ciudadano del mundo”. Pues no, cari. Mal que te pese, e incluso ahora con el mundo globalizado, siempre serás de donde naces, te eduques o habites, porque lo que eres ahora es el resultado del que llevas siendo desde que naciste.

Unos más y otros menos, los países también se afanan en cuidar su imagen exterior. No digo a partir de videos turísticos como la preciosidad que Portugal hizo circular hace días para recuperar el turismo tras la crisis. Eso también, pero no sólo eso. La llamada “solidaridad”. Por ejemplo, esa que los americanos tras la guerra mundial inspiró el Plan Marshall inclinando a Europa a mirar al otro lado del Atlántico y no a los libertadores soviéticos durante toda la segunda mitad del siglo XX, apoyada por una impecable épica cinematográfica y una potentísima influencia económica.

Últimamente ya no hay grandes gestas… o sí, pero son más bien destructivas y provocadas por el clan occidental contra Irak, Libia, Siria y otras guerras menores pero igual de implacables de nuestros socios.

Pero oh sorpresa. Italia colapsa y aparecen aviones chinos, rusos y cubanos portando la bandera blanca de la hermandad universal. Hola, amigos italianos. Os venimos a pagar con médicos, mascarillas y respiradores vuestra preciosa contribución a la fraternidad: el himno Bella ciao. Somos partisanos de la humanidad y venimos a plantar tan linda flor.

Supongo que alguien que investigue la semiótica de las relaciones internacionales relacionará estos gestos con los intereses y la misión que cada país se autoimpone en el mundo. Claro, no es igual que las monarquías española y saudí cooperen para construir un tren en el desierto, que países como Cuba o China, con valores democráticos y humanos bastante distintos a los nuestros y a los que normalmente algunos denostan por “comunistas”, nos ayuden en la pandemia.

Quizá debamos desdibujar un poco nuestros esquemas de valores e ir sustituyendo el orgullo occidental por una mirada más inteligente hacia países que supieron poner a las personas por encima de los negocios. Reconfigurar ese chip eurocéntrico que nos convirtió en estúpidos gordos sobrealimentados o en soberbios consumidores altivos resulta una urgente necesidad.

Tabucci

Para conectarnos con Italia, Francia y Portugal, nada mejor que recurrir a Sostiene Pereira, una de las grandes novelas de los noventa. Antonio Tabucci, nacido en Pisa, nos sitúa en la Lisboa de 1938, cuando Salazar obtenía el 100% de los votos de unas eleciones a las que solo él se presentaba. En aquella redacción solo se colaba un mínimo rayo de luz en forma de crónica necrológica. Un relato antifascista e intimista que destila todo ese intenso aroma de preguerra donde hay incluso espacio para pequeñas victorias. La novela dio para una preciosa peli, y puede que sea fácil obtenerla en alguna de esas plataformas.

Bella Ciao

Y hablando de antifascismo, busquen cualquier versión del Bella Ciao. Les recomiendo la de Najwa Nimri, en español, llena de una belleza tan sutil que eleva el himno a un minimalismo sublime. Tampoco está nada mal la versión original que hace Delia, en su italiano oficial, banda sonora de la serie La Casa de Papel. Dos tempos contemporáneos de altísimo nivel.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 29 DE MARZO DE 2020, DÉCIMO QUINTO D͍A DE CONFINAMIENTO

A n t ó n   P r i e t o

Nos cuentan las crónicas de este día que Europa resucita el espíritu PIGS, si, cerdos. Así llamaban desde el norte a los países del sur, cuyas economías manejan a placer a cambio de su cooperación con algunas infraestructuras públicas. Bueno, no seamos malos. No es tan así. En la actual crisis vírica los cerdos sureños incorporamos a Francia. Bienvenidos. En vuestra historia de leyendas urbanas aparece un gran enemigo de vuestro cuerpo: el jabón. Aunque he de confesar que en mi dilatado contacto con cuerpos galos, nunca observé tan inquietante bulo: los franceses follan limpitos y sabrosos como quien más.

Al margen de olores y sabores, parece que 4 países se oponen a la emisión de los coronabonos, palanca que permitiría una especie de “todos a una” en la financiación conjunta de la UE tras la catástrofe. De nuevo se hace evidente que la Unión es una unión de conveniencia, un club de intereses no siempre confesables, que pese a los esfuerzos que intentan popularizarla, su misión conjunta se desdibuja en momentos cruciales como este.

He aquí países como Holanda, Alemania, Austria y Finlandia, opuestos a las medidas solidarias con sus paraísos vacacionales. Hay quien de nuevo saca a relucir la canción de que esto puede suponer el golpe definitivo a la UE, incluso Antonio Costa, primer ministro portugués, utilizó una palabra fuerte: “Repugnante, re-pug-nan-te, España no creó el coronavirus”.

Se refería a los ataques de un ministro liberal de Holanda, ese país que tras sus preciosos tulipanes esconde uno de los grandes agujeros fiscales de la economía europea. De su lado están la dura Merkel, azuzada como siempre por su ultraderecha, pero también por la solidez de su economía y su control financiero sobre el sur; la conservadora Austria y la pequeña Finlandia. 

Un ramillete feliz de países que están reivindicando la esencia de la Unión: queremos expandir nuestras empresas, entrar libremente en vuestros mercados, eliminar vuestra competencia, comprar por dos duros las viejas compañías que no sabéis gestionar para explotarlas mejor, ampliar el mercado único laboral para producir más barato. A cambio, os damos algún dinero para construir autopistas y para mantener vuestro nivel de consumo a un ritmo aceptable. 

El sueño europeo vuelve a demostrar que tiene los pies de barro. Pero tranqulidad. Seguramente esas palabras duras del presidente Costa pronto se olvidarán, y volverán los discuros vacuos, las palabras difusas como narcótico esencial de nuestra vida en común: las subvenciones de Bruselas, las negociaciones para relajar todavía más el mercado o los paseos por Babia cuando haya que abordar la terrible situación del Mar Mediterráneo, tumba de personas a las que no alcanza eso de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

E la nave va

Ya que hablamos de cerdos europeos, vamos con un rinoceronte. Y ya que hablamos de aguerridos negociantes, vamos con estúpidos competidores. Federico Fellini se comió el mundo en 1983 con esta peli teatral, satírica, cabrona e inmortal. Había que despedirse de María Callas —oh, perdón, de Edmea Tetua— y ahí se van a esparcir sus cenizas sobre el Egeo. Verán lo que es considerada una de las grandes escenas del mundo felliniano: la feroz lucha de egos entre las grandes figuras de la ópera que visitan la sala de calderas del barco. Ah… lo del rinoceronte… comprobarán lo que es a poética cinematográfica, no les digo más. No se pierdan esta peli estupenda que tanto nos habla de dulces apariencias como de la más burda competitividad. Justo: como Europa.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 28 DE MARZO DE 2020, DÉCIMOCUARTO D͍A DE CONFINAMIENTO

A n t ó n   P r i e t o

Vivimos en la guerra más intensa de la era contemporánea. Antes de nada. Guerra, con permiso de los más mayores, de quien sufrió la represión fascista de los años 30. Con permiso y con toda la enorme sensibilidad que merece este capítulo tan especial de nuestra historia. Por eso vamos a empezar con una enorme recomendación: “Todo canto fomos”, una novela imprescindible para recrear la Pontevedra de los años previos al levantamiento de Franco contra la república democrática en la que se mascan los dos momentos de contraste de los duros años 30: la felicidad previa y la brutalidad posterior.

Un relato lleno de tristeza, de momentos terribles, de historias terribles, de amores terribles, de parentescos terribles, de días terribles. Porque terrible fue todo lo que tuvo que ver con la guerra y recordarlo en cada momento es una necesidad colectiva. Su autor, Xosé Monteagudo, pontevedrés de Moraña, hace un magnífico relato de la crueldad, que es uno más de los cientos de testimonios de aquel tiempo, que vía documental o creativa, nos hablaron de la guerra y la represión.

Por eso hoy, a pesar de utilizar la misma palabra, tenemos que marcar distancias con aquel episodio en el que las armas, el fuego a muerte, vencieron a la dignidad y a los derechos civiles. Por respeto, por proporción y por justicia.

 

Sánchez, implacable

Por tanto, guerra, pero menos. Un día de estos quizá toque hablar del papel, de la iconografía, que generan policías y militares en la televisada sala de prensa de Moncloa. Pero hoy vamos a fijarnos en la estrategia informativa que el bipartito está utilizando durante la crisis. Un mecanismo diseñado para emitir las noticias oficiales en directo, con varios servicios diarios a través de ruedas de prensa frecuentes, a tres niveles: el presidente del Gobierno en la cumbre para las ocasiones especiales; algunos ministros sean o no del cuarteto operativo de la crisis (sanidad, infraestructuras, defensa e interior), y un tercer nivel compuesto por personal de corte técnico, en el que además de los responsables de Policía, Guardia Civil, el Ejército y la red de movilidad, comparece quien se está convirtiendo en el líder natural de esta situación de crisis: el doctor Fernando Simón.

Un improvisado sistema informativo liderado por un presidente con extraordinaria capacidad de convicción y fiabilidad. Tranquilos todos; estamos con vosotros; ánimo, resistamos juntos, todo pasará. Un presidente que maneja, con su serena frialdad, todo cuanto revuelo tratan de organizarle Ayuso, Casado, o Hernando, expresando lo que saben en política: patalear, despreciar e incendiar. Estiércol que Sánchez simplemente ignora. Acaso algún redoble de tambor contra Torra estratégicamente pronunciado por la ministra Robles, casi más dirigido a sus subordinados que al público general.

La templanza y la contundencia presidencial del pasado sábado, continuada ayer tras la conferencia con los presidentes, muestra un hombre abnegado, obsesionado por vencer las famosas curvas del bicho y por organizar la logística y la operativa de un país que atraviesa el momento más difícil de su existencia tras la guerra. Sánchez se dirige con maestría, con pasión y con rigor a la ciudadanía de un estado amedrentado, herido, necesitado de esperanza. Él sabe que representa la luz que las personas necesitan ver. Porque estamos poniendo la prueba no sólo la calidad de nuestro sistema de salud, maltratado por los recortes y la lógica de la eficacia capitalista, sino también nuestra propia capacidad de sobreponernos a la mayor sima económica de nuestra historia en la que todos los recursos —también los beneficios que figuran en los balances de los grandes emporios— serán necesarios para el reequilibrio y la justicia social.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 23 DE MARZO DE 2020, NOVENO DÍA DE CONFINAMIENTO

A n t ó n   P r i e t o

El Salvador, 6,7 millones de habitantes, una antigua república cafetalera que últimamente fue especializando su economía en hacer cosas que los norteamericanos necesitan, pero a menor precio: cortar y tejer ropa interior de punto de algodón y otras fibras, algo de café, envases de plástico y remolacha azucarera. Tal que así, es un país paradigmático del fondo del mundo, en el que la quinta parte más rica de la población recibió en 1999 casi el 45% de la renta y el quinto más pobre el 5,6. Hace 20 años, igual que nosotros con el Euro, prescindió del Colón y se entregó al dólar. Lo que se dice un satélite de Estados Unidos, país en el que viven, la mayoría ilegalmente, más de 3 millones de salvadoreños, casi la mitad de que en el interior. Datos de la Wikipedia. Ah otro más: el 5 de noviembre celebran el día del Primer Grito de la Independencia en Centroamérica.

Pues si en Galicia un palestino es dueño de un festival de cine llamado Amal, una potente productora de televisión, y un gran hotel en el centro de la capital, en El Salvador el hijo de un palestino de Belén, llamado Nayib Bukele, llegó a presidente después de una vida política en las filas del Frente Farabundo Martí, aquel partido que en los 80 maquinaba contra la dictadura militar y que después se convirtió en izquierda parlamentaria.

El hoy presidente fue alcalde de Nuevo Cuscatlán en 2012, y después de San Salvador, la capital. En el 19, ya después de dejar el Frente, se hizo con el 53,5% de los votos para ascender a la presidencia de la República con el apoyo de Gana, el partido que él mismo fundó. Desde la óptica europea, puede considerarse un político del centro izquierda populista —lo que algunos hacían con Albert Rivera antes de que se tirase al monte—, pero en un país muy religioso, que abdica del derecho al aborto y a la unión matrimonial libre, ya que circunscribe este derecho a las parejas heterosexuales. Una joya.

Ahí tienes al exótico presidente milenial. Trending toppic. Está merendando las redes con sus decisiones sobre el Coronavirus, desgranando, bajo un épico lienzo que representa a algún prócer local —el cura José Matías, probablemente— las medidas económicas que implanta, con una oratoria que recuerda de lejos a la del mismísimo Hugo Chávez: “el que toque un centavo yo mismo lo voy a meter preso”. “ Ustedes, empresarios, tienen dinero para vivir 10 vidas. 20 vidas, no vivirán lo suficiente para acabárselo”.

Susupendió los recibos del agua, luz e internet durante 3 meses. Los tres próximos recibos de los pequeños créditos de consumo se prorratean para pagar durante lo que resta de cuotas. Lo mismo con las hipotecas, los alquileres y los créditos de las empresas. Luchará contra la corrupción con 60 nuevos auditores y controlará los precios de los alimentos para que nadie vaya de listo: “Un llamado a los buenos empresarios que nos ayudan y otro a los malos empresarios que se aprovechan, pues cerraremos sus negocios y decomisaremos las mercancías con las que querían estafar la gente”. Si no lo escucharon, háganlo. Pocas declaraciones de amor tan emocionantes desde una tribuna política, porque lo más interesante no lo transcribí. Bukele, gracias por su poema. Lo necesitábamos.

Quilapayún

Y hablando de El Salvador, viajamos al sur siguiendo la línea del Pacífico y nos situamos en Iquique, donde en 1907 el general Roberto Silva provocó la matanza de Santa María. Setenta años después, el mítico Quilapayún llenaba de energía los escenarios de toda Europa con su famosa Cantata Popular de Santa María. Recitativos y música culta y popular testigo de la diáspora política chilena. Maravilla que hoy pueden revisar en Youtube para degustar, con fondo andino, esa maravillosa aportación que el palestino que preside El Salvador hizo a nuestra agenda mediática. Amén.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 24 DE MARZO DE 2020, DÉCIMO DÍA DE CONFINAMIENTO

A n t ó n   P r i e t o

Ahora que asistimos a regresiones tales como convertir las ciudades en corralas, en patios de vecinos en los que tenemos que soportar el reguetón de enfrente a tope de decibelios o las fiestas post-aplauso de las 20 h… ahora que nos descubrimos parte de una arquitectura con múltiples aristas, es el momento de echar un vistazo a la situación de quien vive de la producción cultural, de ese almíbar social que nos mantiene unidos y nos identifica como parte de una colectividad.

Bajo las novelas, los cómics, las artes plásticas, el teatro, el espectáculo, la música, la danza, la creatividad publicitaria, la fiesta, el diseño, los medios de comunicación, la ilustración, el folclore, las orquestas, las librerías o el espectáculo hay un mundo muy semejante al de una ganadería de vacuno o un restaurante fast- food: declaraciones de IVA/IVA, cuotas de autónomos, pago de nóminas, planificación mensual, objetivos anuales, costes de producción, amortizaciones, impuesto de sociedades, financiación bancaria, reinvestimento, formación, alquileres, limpieza, promoción… en definitiva, inteligencia empresarial pura y dura para navegar entre los inciertos mares de la competencia, el posicionamiento, la visibilidad, el marketing, la productividade o el valor de las cosas.

Hay una pequeña porción de estas personas que viven directamente de la estructura pública: programadores, algún personal administrativo o auxiliar de salas e infraestructuras como centros culturales, teatros, bibliotecas o museos públicos… poco más. Del resto, los protagonistas de la cultura se mueven entre la dedicación exclusiva y la parcial compatibilizada con otros empleos.

Además, cualquier aproximación a la industria cultural es obligado hacerla diferenciando bien duas cosas: la creación, por una parte, y el consumo por la otra. El acceso al consumo de productos culturales es una de las dimensiones que mejor definen la globalización: canales televisivos, grandes museos, best sellers, viajes, conciertos, cine. Todo a golpe de click o a precio de obrero, navegando sobre el inmenso océano de la industria del ocio. Las llamadas sociedades desarrolladas abandonaron las manufacturas para tirar por esa especie de comercio global de la cultura, centralizado y uniformizador que amenaza a las culturas periféricas.

Y después está la cultura de cercanías, en la que desbordan sus esfuerzos cientos de personas cada día. En este sector es en el que los poder públicos tienen que lucirse tras la pandemia. No puede ser que tras lo colapso centremos solo los esfuerzos en las grandes magnitudes. Ayudar a autónomos, asalariados y empresarios a recuperar ánimo, tomarnos en serio eso de que “tenemos el mejor sistema sanitario del mundo”… todo es importante, claro que sí. Pero también lo es pensar en las dificultades de un sector económicamente tan endeble como este.

Se lo debemos a nuestros artistas, a los creadores de nuestras formas, a quién mejor expresa nuestra forma de ver el mundo. Pero no se lo debemos como una dádiva caritativa, sino creando una auténtica economía pública que sea capaz de mantener estructuras teatrales, musicales, literarias o artísticas merecedoras de tener un papel vertebral en nuestra economía. Por ejemplo, contratando espectáculos producidos aquí, viendo como aprovechar los espacios culturales de las antiguas Caixas o impulsando desde la economía pública estructuras de producción (teatro, danza, música, plástica, cine, espectáculos…) que ahora, simplemente, no existen.

Ven al Salón

Vinculado con esto, valoremos la cultura que se hace aquí. Una sugerencia, se tienen criaturas en la casa: El Salón Virtual, en su magnífica web salondolibro.gal. El Corona-cuento, el misterio del papel higiénico, cocinando con humor, Orbil bailador, voces divertidas, gimnasia en casa, la orquesta fantasma… y muchas propuestas más de la próspera, lúcida y creativa gente de la cultura que vive entre nosotros.

Como hay expertos en gestión de pandemias en todas partes, el resto estamos tratando de hacernos una idea aproximada del curso de los acontecimientos. Por supuesto, no estamos en el momento del debate, y lo principal en estos días que quedan para alcanzar el techo del pico es estar del lado de las autoridades, por responsabilidad y porque debemos confiar en que estamos en las mejores manos posibles. Un poco de estoicismo primaveral. Contención, razón y amabilidad.

Todo puede ir bastante bien. O no. Eso solo se sabrá al final de esta intensa tormenta. Realizar comparaciones milimétricas hoy en día solo puede llevarnos al drama o la melancolía, y situarnos muy cerca de la imbecilidad. Parece que en ausencia de sexo divertido y deporte en libertad, algunos bípedos se están aficionando a este tipo de masturbación catódica.

Sin embargo, hay dos coordenadas susceptibles de una mirada cariñosa. Uno, todo el sistema de producción debe paralizarse para minimizar todavía más el contacto humano. Y otra, relativamente relacionada con la anterior, que es la madre de todo el existencialismo ibérico: la cuestión territorial.

Es difícil discutir sobre el primero de los temas con un mínimo de solidez. Puede ser una simpleza, pero debemos suponer que la óptica del humanismo radical, el gobierno chino, por ejemplo, prioriza el aislamiento total sobre las restricciones económicas. Economicistas como los británicos o los estadounidenses, al menos en principio, optaron por una actitud más relajada: medidas débiles contra el contagio y que se muera quién tenga que morirse, pero la economía no se detiene. España, bastante restrictiva en relación con los europeos, pero bastante débil en relación con los chinos. La justificación que dan es razonable: en China se vio afectada una provincia, como si fuese Huesca, y disponían del resto del poder nacional volcado en su ayuda.

Aquí es donde nos conectamos con el tema territorial. A pesar de la existencia de otras estructuras de poder, España se rindió de inmediato ante su poderosa inercia de «estado nación», aunque no todos los apoyos del presidente en la conformación de sus mayorías comparten esa idea. Sánchez, brillante, emotivo y apoyado en su leyenda de superviviente, se está reinventando como líder. Si todo le sale bien, continuará forjando una biografía personal extraordinaria. Eso sí, marcado por un neojacobinismo latente. Quizás el gobierno midió mal a la hora de enfocar la crisis centralizando y unificando, tanto por razones parlamentarias (que arrojan a los socialistas a las garras de la derecha) como por razones puramente sanitarias.

Quien más, quien menos, desde Feijóo hasta Caballero y no digamos Pontón, sabe que cerrar Madrid sería una medida táctica importante para evitar la propagación del virus. No se hizo. España todavía no está lista para entenderse a sí misma, por lo que no han podido imaginar otro enfoque que no sea la estandarización. Cerrar Madrid y proteger Galicia, como lo está Portugal, como propone el BNG, parece una consigna de catálogo. Pero es sólo la constatación del ñordo que tiene lo que tiene el estáblishment estatal —y no sólo los políticos— bajo la nariz.

Por supuesto, al cerrar Madrid, cualquier otra estructura de atención médica estaría en una posición mucho mejor para ayudar a madrileñas y madrileños, principales víctimas de la pandemia.

Merlí

Y mientras hablábamos del estoicismo, y para completar este desafío anticentralista, nada mejor que recomendar una serie ya bastante famosa, producida por la televisión catalana y con mucho éxito allí. Se llama Merlí. Si viven con adolescentes y, por lo tanto, son parte de su educación, resulta una necesidad. Si eres docente, creo que te resultará revitalizante. Y si no te encuentras en ninguna de estas circunstancias, hiper recomendado para comprender mejor el mundo que nos rodea. Profunda, vigorizante, alternativa, fresca, cotidiana, necesaria. Una forma distinta y posible de ver el mundo contemporáneo y valorar cabal y positivamente a la chavalada que ahí viene, y la vocación del buen profesorado, que alguno todavía queda. No se lo pierdan y aprendan.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 26 DE MARZO DE 2020, DÉCIMO SEGUNDO DÍA DE CONFINAMIENTO

A n t ó n   P r i e t o

¿Cuánto cuesta un apartamento en Sanxenxo en verano? ¿Y un hotel en Madrid durante Fitur? ¿Un kit-kat en el aeropuerto? ¿Un body en Primark? ¿Y los percebes piratas mientras dura una veda? ¿Alguien ha oído hablar del estraperlo de antibióticos en la posguerra que tenía lugar en el paraíso cool de la actual Gran Vía, la coctelería Chicote?

Hola ¡Soy el capitalismo! Llevo ya algo de tiempo entre vosotros. Entiendo que no me percibes, que me consideras parte de tu sistema de valores, parte de ti, como la sangre de tus venas o tu follabilidad, que también tiene mucho que ver con si entiendes o no ciertas cosas del mercado.

Lo que sucede es que sólo vemos las orejas al lobo cuando el lobo acecha. Pero el lobo siempre anda por ahí, y cuando ve que puede cazar, caza. Las máscaras al por mayor que alguna vez costaron 0.002 euros, hoy cuestan 0.8 en el mercado global. Las que en farmacias antes costaban 5, hoy cuestan 27, porque a los farmacéuticos les venden a 18 las que antes eran a 0.8, y tienen que aplicar los márgenes correspondientes.

Nuestro sistema económico siempre se basa en estas dinámicas. A medida que aumenta la demanda, los precios suben. Los estados tratan de reducir las aristas más crueles de este comportamiento estableciendo algunas reglas para amortiguar los pepinazos del mercado contra las personas, a menudo con más voluntad que eficacia.

Los boletines informativos de estos días intentan mostrarnos ejemplos poéticos de generosas entregas de empresas que colaboran en la crisis. Incluso hay nobles donaciones anónimas que conmueven todavía más. La verdad es que todo resulta poco para equipar a los sanitarios resto de ángeles celestes que luchan abnegados contra la bestia. Pero igual de cierto es que las escuelas de negocios dedican mucho esfuerzo a capacitar a profesionales en un tema muy interesante para estimular la competencia: la Responsabilidad Social Corporativa. En otras palabras, el marketing asociado a hacer cosas buenas para la comunidad: ayudar a los Juegos Paralímpicos, limpiar ríos, cooperar con el buenismo de las ONGs, promover becas o apoyar a los ancianos. La RSE, no lo olvide, es un arma más para presentar deslumbrantes balances de gestión llenos de beneficios.

¿En qué manual dice que ante una enfermedad o debilidad debemos cerrar el mercado? No te equivoques. Entregar la sanidad, la investigación farmacéutica o la atención a los mayores a las dinámicas de los negocios privados, equivale a someterlas a esas lógicas del mercado. Las residencias son caras porque no podemos enviar a nuestros mayores a África o Asia para que las cuiden por cuatro perras. El estado se niega a crear empresas públicas para organizar un sistema residencial masivo sin mediatizar por la llamada «clase corporativa» (la que hace crecer los grandes números). Algo similar sucede con los tratamientos médicos de vanguardia: los laboratorios invierten en investigación y luego se recuperan en forma de enormes ganancias. Es el llamado pastel público que los estados liberales confían al mercado, mercantilizando así grandes áreas de bienestar humano.

Presumiblemente no hay alternativa. Que son tantos a los que Capi les corre por el esófago como la cocacola, que no somos capaces de inventar algo mejor.

Todas ciegas

Quien explicó todo esto bien fue Saramago. Lee, relee o recomienda uno de sus monumentos: Ensayo sobre ceguera. Muchas personas incluso podrán leer la versión original en portugués. Nada que ver con el coronavirus, pero es una pandemia curiosa que deja ver lo mejorcito de la raza humana. Cruel, sorprendente, impactante, abrumadora, conmovedora, oscura. Puede ser lo mejor que hayas leído nunca.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 27 DE MARZO DE 2020, DÉCIMO TERCER DÍA DE CONFINAMIENTO

A n t ó n   P r i e t o

¿Cambiaremos nuestro estilo de vida una vez pase este mal sueño? Aprovecharemos esta vuelta a los fogones, esta necesaria introspección, este descenso del consumo, esta cultura de la conversación, esta creatividad exultante, esta calma chicha en las vidas de todos nosotros, casi poética, para adoptar nuevas costumbres de relación con nosotros y con nuestras entornos?

Pues probablemente no ocurra nada de esto, porque esta aparente retracción cultural es un simple trágala, un frenazo al revuelo que se nos impuso y que enseguida olvidaremos como esa pesadilla a la que no damos importancia una vez superada la conquista del horizonte. De los horizontes de cada uno de nosotros, de los proyectos personales que se nos ponen por delante, de las rutinas para los rutinarios, de las incertidumbres para los que caminan por el filo de la navaja, y de las altas metas para los más ambiciosos que arriesgan dinero, fluctúan en bolsa o ganan carreras.

No aprenderemos porque ahora vivimos en un paréntesis, no en una realidad alternativa. Seguimos con los proyectos de antes, con las costumbres de antes, levemente perturbados por el encierro, pero igual de endebles, de humanos.

Seguiremos peloteando a los poderosos, juzgando a los diferentes, derribando al compañero, delatando a la camarada, vendiendo a amigos por un par de céntimos, sembrando la insidia alrededor, usando la crueldad para hablarnos.

Seguiremos cayendo bajo, poniendo palos en las ruedas, guardándonos las verdades, recomendando el mal camino, haciendo que hacemos, fabricando lágrimas de reptil, manteniendo secretos impresentables, silencios maliciosos, miradas diluidas, conversaciones inconsistentes, cafés interesados, negociaciones manipuladas, afectos malintencionados, saludos venenosos, autoritarismos extemporáneos, contradicciones decepcionantes, traiciones insoportables, amores de pega.

También seremos quien creemos ser, sin duda. Pero seguiremos comprando más ropa de la que necesitamos, jodiendo sin condón entre desconocidos, cogiendo atajos inmorales. Seguiremos sin diferenciar la competitividad y la avaricia, la envidia por el bien ajeno, el silenciamiento cómplice, el relato egocéntrico, la mirada de reojo, el gesto desconsiderado.

Continuaremos insensibles sobre la fosa común mediterránea, sobre las personas con dificultades de supervivencia, con quien no tiene agua corriente, sanidad o derechos laborales. Seguiremos poniendo el dinero en la cumbre de nuestro retablo de deseos, resignándonos por los negocios bancarios, por los lobbies de las eléctricas, por el desmoronamiento de la economía pública, de las finanzas públicas, de las empresas estratégicas públicas, de los desequilibrios territoriales, de que, como en aquel mítico dibujo de Castelao, la vaca de aquí se ordeñe en Madrid.

Sin vergüenza

De casi todo esto habla una espléndida serie americana que podéis encontrar en las plataformas temáticas, inspirada en otra anterior y homónima de la BBC. Shameless (desfachatez), la disparatada crónica de la familia Gallagher donde cada figura libra su particular batalla entre la maldad y la bondad, entre el correcto y el incómodo. Donde entre risas, sexo, alcohol, drogas y todas cuantas situaciones cotidianas os vengan a la cabeza, van transcurriendo los días en una espiral sucia, divertida, peligrosa e intensa, pero lo que es más importante: nada extravagante.

Porque todo está pulido con corazón, con mínima violencia, con cotidianeidad y sentido común: responsabilidad, abnegación, compromiso, familia, tríos, bipolaridad, interracialidade, Norteamérica, religión, mitomanía, aborto, heterodoxia, educación pública y privada, planificación familiar, adolescencias heterodoxas, especulación, hedonismo… una ensalada de situaciones en el Chicago más contemporáneo que además, para los amantes de la arquitectura, recrea constantemente en su estrategia fotográfica la célebre Torre Sears (hoy llamada oficialmente Willis, con poco éxito), esa elegante dama negra que desde el 74 define la capital de Ilinois, cuna de los rascacielos.

 

PUBLICADO EN DIARIO DE PONTEVEDRA EL 22 DE MARZO DE 2020, OCTAVO D͍A DE CONFINAMIENTO